Vista a la izquierda
Hay tres detalles, en el movimiento de piezas que ha promovido Sánchez para solventar la obligada remodelación de su Gobierno , que llaman poderosamente la atención. El primero es que no ha habido filtraciones previas sobre la identidad de los sustitutos de Carolina Darias y Reyes Maroto –'morituri te salutant'–, lo que significa que el presidente ya se ha hecho con el control absoluto de su entorno y que no necesita consultar sus decisiones con nadie. Ni siquiera sus más próximos sabían lo que iba a hacer. Es la mejor manera, desde luego, de mantener un secreto, pero también es un síntoma inequívoco de que cada vez se siente más cómodo en el papel de rey absoluto. El segundo detalle significativo es que, en el banco azul, a dos mujeres les han sucedido dos hombres. Asumo el riesgo de la interpretación, pero me da en la nariz que es un mensaje velado a Podemos, un modo freudiano y rebuscado de decirles a Belarra y Montero que no todo en política es perspectiva de género y que él puede estar atado al compromiso que firmó con Iglesias de no destituir a ningún ministro o ministra del partido coligado, pero que no lo está a la hora de aplicar los criterios que considere más oportunos en los cambios de su estricta jurisdicción. O dicho de otra forma, que en su jerarquía de valores la lealtad, a poder ser irracional, está por encima de la paridad. El tercer detalle es que en el discursito que se largó al anunciar los cambios incluyó el compromiso de seguir avanzando, en próximas legislaturas, «con las herramientas políticas de la coalición progresista». Es verdad que el anuncio tiene algo de autoafirmación chulesca (¿no quieres arroz? Toma dos tazas), pero no cabe duda de que, acudiendo de nuevo a la invocación de Freud, constituye, sobre todo, una manifestación de impotencia. No conozco a ningún gobernante que renuncie a tener una mayoría suficiente para gobernar en solitario sin depender de terceros. Sánchez no es una excepción. Sin embargo, al prometer más de lo mismo, reconoce que esa aspiración está fuera de su alcance. Por eso es tan importante para el PSOE que el espacio político que hay a su izquierda no se convierta en una jaula de grillos. Las guerras civiles son veneno para las urnas. Yolanda Díaz tiene a favor el efecto positivo de la novedad y el apoyo de Izquierda Unida, Comunes y Más País. Podemos cotiza a la baja en las encuestas y corre el riesgo de desaparecer en lugares tan estratégicos como Madrid o Valencia, pero los puentes con ERC y Bildu se mantienen intactos y su marca sigue movilizando a la parte del león de la militancia activa. Después de las elecciones de mayo, Iglesias tendrá que elegir : o se incorpora al proyecto de Sumar como socio minoritario de la coalición, o se atrinchera detrás de sus siglas y favorece la llegada de Feijóo a La Moncloa, presentando su propia lista, para rearmarse en el ejercicio de la oposición. Pincho de tortilla y caña a que él apuesta por la segunda vía.