Reflexiones, madrileñas, de Pascua
Ya ha terminado la Semana Santa y en el alma queda el temblor brillante e inmaculado de las cosas bien hechas. Muchos turistas, muchísimos, aquí por el callejero del Madrid más de piedra, el más historiado. El que arranca saetas a la luna de primavera mientras que los guiris, con su mochilita y su toro , aplauden con respeto. La Europa protestante nos contempla, nos contemplará, nos ha contemplado, y ha visto que pese a historias plurinacionales, el despilfarro tonto de fondos europeos, sabemos hacer las cosas. Hablo de Madrid, del Madrid sagrado, que en estos días se ha metido con méritos propios en el calendario cofrade de España. El que, como el arribafirmante viene de otra España donde la Semana Santa es algo más, aún se sorprende de la vocación. De lo artesanal, de lo verdaderamente cristiano de la capital, que en el reducto más antiguo, en lo que tiene aún de pueblo a mitad de camino entre Marchena y Zamora, tiene verdad. La verdad de lágrimas, esfuerzo y las noches gélidas de marzo ensayando la parihuela. Noticia Relacionada estandar No Madrid despide sus días santos entre tambores zaragozanos Jesús Nieto Jurado El cortejo de percusión recorrió las calles con más sabor cofrade de la capital La verdad, pues, de la fe. Porque existe una verdad, la del cofrade vocacional que no es politiquera y vive de Domingo de Ramos a Domingo de Ramos. La del adolescente de la banda de música que saca al sol su corneta y, también, su acné. Sin vergüenzas, al aire tibio de un abril que ya ha venido adelantando las calores de mayo. Hay cosas que mejorar; acaso que las programaciones no se mezclen y confundan al turista y al propio. O, en este punto, que se simultaneen sin confusión las bullas de la Gran Vía, donde pasa todo, y los desfiles procesionales. Cada uno en su parte porque Madrid es eso: es simultáneo. MÁS INFORMACIÓN noticia No Sorpresa en Chinchón por la visita de la Familia Real a la representación de la Pasión de Jesucristo noticia No La tamborrada en la Plaza Mayor pone el punto y final a la Pasión más castiza A partir de ahora, en Madrid y alrededores (el mundo dicho en plata) empezarán las falsedades y recordaremos el silencio, el recogimiento. Cuando Madrid quizá olió a azahar y no a sobaquillo de escrache y a chaqueta gastada de meritorio.