Ben Shelton, la otra sonrisa del US Open, citado con Djokovic
«A veces tienes que apagar el cerebro, cerrar los ojos y, simplemente, pegarle». Ben Shelton narraba así quizá el momento más espectacular de lo que va de Abierto de EE.UU. El joven estadounidense, zurdo de 20 años, se jugaba en el 'tie break' el desenlace del tercer set de su partido con Francis Tiafoe, compatriota, en los cuartos de final. Era en la central, Arthur Ashe, con decenas de miles de personas entusiasmadas por la irrupción de tres raquetas nacionales en esta ronda en Nueva York -no ocurría desde 2005-, una señal de la resurrección del tenis masculino estadounidense . Shelton -pelo encrespado, 193 centímetros, corpulento, rostro adolescente- comandaba 6-5 y con saque para cerrar el set e inclinar el pase a semifinales, algo impensable para él la semana pasada. Su servicio, que ha llegado a colocar en 240 kilómetros por hora, el más rápido del torneo, es una de sus bazas. Tiró una doble falta. Volvió a caer en otra doble falta y permitió que Tiafoe tuviera punto de set y saque. Fue ahí cuando cerró los ojos: devolvió un revés violento y descontrolado, pero que aterrizó en la línea. Puro descaro El momento explica así a Shelton: es puro descaro. Incurrió en esas dobles faltas porque acostumbra a jugársela en el segundo saque, incluso cuando el partido está en el alambre. Y sacudió ese revés por la misma razón: juega a tumba abierta, a veces en el límite de la locura. La victoria contra Tiafoe -que consiguió meterse aquí en semifinales el año pasado- ha confirmado a Shelton como la gran sensación del torneo . Su irrupción en los grandes escenarios del tenis ha sido como su paso por Nueva York: a toda velocidad e inesperado. Noticia Relacionada Tenis estandar No Zverev estalló y paró su partido tras escuchar en la grada «la frase más famosa de Hitler» Miguel Zarza El tenista alemán detuvo el choque con el italiano Jannik Sinner después de que un aficionado gritase una controvertida estrofa del que fuera himno oficial de su país durante el Tercer Reich Aunque es hijo de tenista profesional -Bryan Shelton, llegó a número 55º del mundo, ahora es su entrenador- no se puso en serio con la raqueta hasta los doce años, una edad en la que muchas jóvenes promesas ya están carretera y manta en campeonatos para mejorar su nivel y atraer la atención de entrenadores y patrocinadores. A él le gustaba el fútbol americano y tiene un físico para ello. En el instituto destacó en tenis, pero nada que hiciera vislumbrar una estrella. Tiene la misma edad que Carlos Alcaraz, y el murciano en 2021 ya sorprendía al mundo, tumbaba a primeros espadas como Stefanos Tsitsipas y se colaba en los cuartos de final aquí. Aquel año, Shelton era todavía el quinto tenista del equipo de la Universidad de Florida, uno de los pesos pesados del deporte universitario de EE.UU.. Pero algo especial debe tener el chico, que pasó de papel secundario en Florida a ganar el campeonato universitario el año pasado. Mientras los 'juniors' de su edad viajan por todo el mundo durante un par de años antes de dar el salto a profesionales, Shelton viajó por primera vez fuera de EE.UU. este enero para competir en el Abierto de Australia . Contra todo pronóstico, llegó a cuartos de final. Desde entonces, apenas ha conseguido ganar dos partidos seguidos esta temporada. Hasta llegar a Nueva York, donde ha confiado en su descaro para encontrar su mejor rendimiento . Es el primero en llegar a la semifinal sin ser cabeza de serie desde Mark Philippoussis en 1998 y el más joven estadounidense desde Michael Chang en 1992. Zurda eléctrica Tiene una zurda eléctrica y una actitud relajada. Como Alcaraz, no pierde la sonrisa , dialoga con el público, gesticula a su esquina con códigos propios. Tras imponerse a Tiafoe, celebró con un gesto insolente: pretendió atender el teléfono y colgar la llamada con teatralidad. Hoy tendrá al otro lado de la línea a alguien que solo le gustan las bromas que hace él: Novak Djokovic, que va lanzado a reconquistar un 'grande' que se le escapa desde 2018. Es difícil pensar que Shelton, pese a todo el entusiasmo en la parroquia estadounidense, sea un obstáculo para que el serbio llegue a la final.