'Así hablábamos', el diálogo que cura las heridas
Crítica de teatro 'Así hablábamos' Creación La tristura (A partir del universo de Carmen Martín Gaite) Dramaturgia y dirección Itsaso Arana, Violeta Gil y Celso Giménez Escenografía y vestuario Marcos Morau Iluminación Juan Gómez-Cornejo Música Rebeca Praga, Ede y Marcos Nadie con la colaboración con los intérpretes Espacio sonoro Pablo Gisbert y Uriel Ireland Coreografía Belén Martí Lluch Intérpretes Anaïs Doménech, Ede, Teresa Garzón Barla, Gonzalo Herrero, Fernando Jariego, Belén Martí Lluch, Eva Mir y Marcos Úbeda Lugar Teatro Valle-Inclán, Madrid 4 Carmen Martín Gaite , Carmiña, nunca perdió la juventud. Yo la recuerdo en aquellas travesías nocturnas de Madrid incitándonos a ganar un trozo de paraíso en la penúltima, siempre la penúltima, barra de un bar. Conversaba como si quisiera quitarle el polvo de la rutina a la ciudad, hasta altas horas, hasta volverse casi tartamuda. Las palabras en su conversación nunca se ponían por orden alfabético sino por orden poético, es decir, sentimental. Escribió ' Retahílas ' y ' La búsqueda del interlocutor ' porque, como le ocurría a Auden, la literatura para ella era esa confidencia dicha en la intimidad y escuchada como el que recibe del otro un secreto. Esto es lo que guía el homenaje que le hace La tristura en ' Así hablábamos '. Corazones que se confiesan a otros corazones, dolores que se comparten, pérdidas que buscan el terreno común del encuentro. Este grupo de jóvenes, integrantes de una banda musical llamada, como su famosa novela ' Nubosidad variable ', no le hubiera defraudado, quizá porque le hubieran llevado a rememorar a los amigos de su hija Marta. Como los espectadores, hubiera agradecido su espontaneidad, su lenguaje común, esa búsqueda de identidad en la vida y en su proyecto artístico. Le hubiera conmovido su confusión, el asomarse al filo de la duda, del éxito o del fracaso del disco que preparan. Y sobre todo la neurosis con la que atraviesan el duelo por la muerte de Sofía, ese ángel que se dejó su futuro prometedor en un accidente y que tal vez ahora se encuentre en ese más allá que es la taquilla de un cine de Seattle, con una nueva banda. Martín Gaite fue perita en duelos, sobre todo cuando tuvo que arrastrar la muerte por Sida de su hija, cuando todo se le quedó vacío y los cuadernos que se regalaban entre ellas se caligrafiaban con las letras del dolor. «Lo que motiva todas las neurosis del ser humano es lo mal que habla con sus semejantes», le dijo a Soler Serrano en el benemérito programa 'A fondo', por eso los personajes de esta obra ajustan cuentas con la pérdida, se buscan y se escuchan en la fragilidad, hacen de la ternura y los afectos su mayor acto revolucionario, aprenden de los insomnios y los desvelos que la vida a veces es desierto y otras oasis, pero que nosotros somos seres llenos de pasión, como escribió Walt Whitman . En un escenario tan bello como seductor, donde se encuentra la cabina de ensayos, un salón, la barra de una cocina o de una taquilla y, mirando al cielo, una terraza, las palabras, los poemas y el espíritu de Martín Gaite le proponen a este grupo de jóvenes la experiencia emotiva e inquietante de ver que la vida va en serio, que el amor, como le ocurre a Marcos al perder a Sofía, es ese fantasma llamado 'La reina de las nieves', ante el cual solo cabe deshacerse, por decirlo con la letra de una canción de nuestro repertorio popular, soñarlo y dialogar con su ausencia, porque dialogar con la ausencia es saber dialogar con la vida siempre tras la penúltima copa en la barra de un bar de Madrid.