El derbi, una declaración de amor de los sevillanos al fútbol

Cuando todo falla en una temporada... siempre quedan los derbis . No ha sido un año dulce para ningún equipo sevillano, aunque los objetivos han sido dispares , el camino de ambos ha estado lleno de adoquines. El Gran Derbi llegó en el tramo final, sin muchas opciones de incordiarse en exceso, con mucho que ganar y poco que perder más allá del orgullo. En clave verdiblanca , el curso se truncó con la prematura eliminación del Betis en competición europea y en la Copa del Rey. Además, el objetivo aún no está del todo atado, aunque sí enjaretado. Para los de Manuel Pellegrini ha sido una campaña rara, marcado por las bajas y la reconversión de la plantilla. En Nervión , sin opciones para jugar en Europa el año que viene y con la salvación atada, se confiaba en el derbi sevillano para dar algo de sabor al insulso sabor de un curso mediocre. Con el futuro de Quique Sánchez Flores en el aire y dando carpetazo a casi dos décadas en la élite del fútbol. Ambiente en Heliópolis Llegada de los equipos al estadio Benito Villamarín este domingo para disputar El Gran Derbi, partido correspondiente a la jornada 33 de LaLiga EA Sports. Juan Flores Por todo esto, en ambos lados hay mucha necesidad de alicientes inmediatos y no hay nada mejor que un derbi para saciar dichas ansias. La ciudad entera se dividió en colores: el verde y el rojo. El partido se jugaba muy lejos de Nervión, pero miles de sevillistas llevaron la fiesta del fútbol a sus calles desde bien temprano. De hecho, la celebración arrancó en la carretera de Utrera, con el ascenso directo del Sevilla Atlético y ya muchos aprovecharon para darle continuidad hasta la noche. Poco más de 500 tenían entrada para el duelo que se disputaba en Heliópolis, pero eran muchos más los que se enfundaron sus camisetas y bufandas del Sevilla FC para acompañar en este día a su equipo . Un camino a Heliópolis que estuvo acompañado por bengalas y un gran repertorio de cánticos dedicados al eterno rival. Era el día de acordarse del vecino. Ya en la avenida de la Palmera , la afición bética no desperdició ni un minuto del día arengando a su equipo a las puertas del hotel de concentración . Mareas verdiblancas colonizaron el barrio heliopolitano y sus aledaños con los ánimos por las nubes, con la actitud de los días importantes. Los incidentes brillaron por su ausencia, excepto a la llegada de los autobuses de los equipos al estadio, en el que la Policía tuvo que actuar sobre un grupo de personas que se agolparon en torno al perímetro de seguridad. Un conato de tensión que se antoja minúsculo teniendo en cuenta lo tardío del inicio del encuentro. Con los ánimos más aplacados, muchos apuraron su entrada al estadio, conscientes de que, una vez dentro, empezaba la cuenta atrás hacia los 90 minutos más agónicos de la temporada. Casi 56.000 almas que miraron de reojo el crono hasta el pitido final . A nadie le gusta el derbi, pero a todos les gusta un buen día de derbi.