Pepa Muñoz es mucho más que 'El Qüenco de Pepa', su restaurante de la capital donde comen rostros conocidos de todos los ámbitos. Una vida llena de experiencias vitales únicas acompañada de recetas estrella que ahora recoge en su primer libro 'Un puchero de verdades' (Editorial España). Su padre Pepe era chófer de Los Oriol , pero siempre tuvo un espíritu emprendedor. Cuando se casó y se vino a Madrid con su madre, quería ser algo más que un chófer. Sus jefes Los Oriol le recomendaron como encargado de La Casa de Córdoba en Madrid que estaba en la calle General Martínez Campos, 32, y así fue como los Muñoz comenzaron en los fogones. «Mi padre era un tío muy listo, metió cocineros y empezó a aprender de ellos, mi madre también y luego yo también. Todos hemos sido alumnos aventajados. Él es mi referente y el que nos inició en esta profesión. Aún no se por qué soy cocinera pero me encanta serlo. Nadie me preguntó si quería serlo, había que apoyar al negocio familiar y es lo que hice», explica Pepa Muñoz . A ella el famoseo patrio que acude a su restaurante –muchos se han convertido en amigos- no le deslumbran porque a los nueve años cenaba y comía con estrellas del celuloide como Tony Curtis o Alain Delon . «Mi padre tenía un amigo llamado Valentín que tenía un remolque y vendía bocadillos en la puerta de los estadios. Le copió la idea y compró un camión y montó una cocina pero empezó a ir a los estudios de cine Tablada y a los de Paracuellos. Y así empezamos en la hostelería de exteriores, porque la palabra catering, no existía», recuerda la cocinera. Solían viajar mucho para los rodajes, lo que generó una atmósfera casi familiar: «Al acabar cenábamos todos en el hotel, pasamos mucho tiempo juntos. Lo recuerdo como muy familiar y con mucho cariño. Yo no conocía a los actores, conocía a las personas de verdad». Son tantos que le cuesta elegir algunos pero destaca «la cercanía de Alfredo Landa . A Rafaela Aparicio la llamábamos yaya y Geraldine Chapline , me llamaba la atención por aquello de que era la hija de Charlot ». Le marcó Pilar Miró , que después del rodaje de 'El crimen de Cuenca', le pidió a la productora que le compraran a Pepa una bicicleta BH de paseo. Estos momentos excepcionales, no impiden que aún se siga emocionando cuando comensales como Jill Biden , la primera dama de Estados Unidos se sienta a su mesa en el Qüenco de Pepa. «Me emocioné mucho por su cercanía y porque se entregó a la causa. Aproveché para hacer marca España, le serví coquinas, piparras, aceite de oliva, sal de Cádiz, tomates de mi huerta...Fue todo inolvidable, hasta el despliegue de seguridad que se montó en el barrio con más de cien guardaespaldas». Al poco tiempo, la embajadora de Estados Unidos en España, Julissa Reynoso , le dio de parte de Jill Biden una tarjeta de la Casa Blanca con su teléfono directo porque le encantaría que fuese un día a Washington a cocinarles con José Andrés . También desmitifica la leyenda de que Isabel Preysler , otras de sus buenas clientas, no coma. «Le encanta la buena comida. Le gusta mucho un huevo frito pero que sea de gallina con nuestro pisto maravilloso y mis huevos rellenos de gambas». El nombre de Pepa ya va ligado al de World Central Kitchen, la ONG de su colega y ahora gran amigo Jose Andrés. Él la llamó para liderar una de sus cocinas de emergencia en Madrid y así es como en pleno COVID comenzó un trabajo salvaje que salvó a muchas familias. Luego desgraciadamente lo ha tenido que volver a activar en tragedias y desastres naturales como el volcán de La Palma, la Guerra de Ucrania o Filomena. Un desgaste emocional que Pepa confiesa le está empezando a pasar factura ahora. «Ha sido muy duro, cuando tú entregas un plato de comida, eso es muy cercano. No es lo mismo que una bolsa con ropa. La gente te pone unas caras, unas miradas que te hablan, te taladran. Cuando paras un poco empiezas a analizar todo lo que te ha pasado, entonces es cuando eres realmente consciente de lo que has hecho y lo que has vivido. Y entonces esto me ha pasado ahora, estoy bastante tocada y un poco superada», confiesa. Aún así si mañana pasase algo, ella va a estar ahí «Por supuesto, la ayuda que yo doy es efectiva y soy incapaz de no hacerlo». En este recorrido vital no ha querido olvidarse de Mila , su socia y compañera de vida desde hace más de veinte años. Ambas fueron de las primeras mujeres en casarse y en decidirse a tener hijas en nuestro país. Pepa está muy orgullosa de que Lola , una de sus dos hijas, vaya a seguir sus pasos en la cocina. La otra, Candela se ha decantado por la medicina. «Lo único que le he pedido a Lola es que primero se forme, que es lo que me faltó a mí. Y luego que se quede con el Qüenco o que abra un chiringuito en la playa, todo va a ser bienvenido, pero lo más importante es la formación», recalca. Se considera también pionera en sostenibilidad «hace 20 años nosotras lo éramos sin saberlo. Apostamos por productos de proximidad sanos y que ayudarán a la España despoblada». Ahí radica el secreto de sus famosos tomates, cultivados por José en un huerto de Ávila, donde como dice Pepa, influyen muchos factores desde la tierra, al riego, pero lo más importante la semilla. Aunque nació en la maternidad de O'Donnell, sus raíces y su cultura ha estado muy influenciada por Andalucía; «Allí soy Pepa la madrileña y aquí soy Pepa la andaluza», reconoce entre risas. Un cocinero no se jubila y ella no va a ser menos, se visualiza en unos años en su restaurante apoyando a su hija Lola o en el campo protegiéndolo para que siga habiendo buenos productos.
