Sentir que el hogar es un refugio de calma y de bienestar y que es el lugar que permite descansar del ajetreo diario parte de la idea de que los espacios deberían configurarse para cuidar de las emociones . Es justo lo que defiende la ergonomía emocional , según la cual, sentirse a gusto en un espacio permite disminuir el estrés , aumentar el placer y sentir una mejor experiencia en esa estancia. Por el contrario una mala distribución, incomodidad y falta de orden son aspectos que pueden generar tensión, aunque no siempre seamos conscientes. Esto es algo que, según explica Juana Pino, presidenta de AMC (Asociación de Mobiliario de Cocina) se aprecia especialmente en la cocina. «Imagina tener que estirarte constantemente para alcanzar un objeto, no tener sitio para apoyar una olla caliente o, por ejemplo, tener un cubo de basura con tapa que es incómodo a la hora de usarlo o frustrante cuando no sabes dónde dejar la tapa», plantea. Para la experta este tipo de gestos repetitivos generan frustración y llevan a asociar ese lugar de la casa con algo incómodo , caótico y estresante; mientras que si el diseño se rige bajo los parámetros de la ergonomía emocional se favorecen las ganas de cocinar y de disfrutar de la calma y el equilibrio que ofrece la experiencia de la preparación culinaria. Una cocina bien diseñada, por tanto, no es solo una cuestión estética o de moda, sino que es una inversión en funcionalidad , así como en salud física y emocional. «Cuando decidimos invertir en la cocina, normalmente estamos ante una decisión a largo plazo. Por tanto, hay que pensar, no sólo cómo es, sino cómo va a ser mi vida en los siguientes cinco o diez años. Es un paso importante del que va a depender tu bienestar presente y futuro», aconseja Juana Pino. Equilibrar aspectos decorativos o estéticos con aspectos funcionales, es la clave para evitar elementos innecesarios, poco operativos o incómodos a la hora de cocinar, trabajar y disfrutar de la estancia. Otro aspecto esencial es el sentido que le quiera dar cada uno a este espacio del hogar (sólo cocinar, almacenar, lugar de encuentro familiar y/o social...). Por lo general, suelen pasarse muchas horas en la cocina y, si no está adaptada a las necesidades de los habitantes de la casa, estos pueden acabar frustrados, con tensiones musculares e incluso, desarrollando problemas crónicos como dolores lumbares. Además de la ergonomía emocional, ergonomía básica en la cocina ayuda a prevenir estas dolencias y permite que cocinar se convierta en una experiencia cómoda, además de placentera. Algunos de los puntos que, según explica la presidenta de la AMC, deben cuidarse y en su caso corregirse son: • Encimeras a alturas incorrectas. Hay una tendencia a tener fregaderos a ras de encimera por priorizar la estética y esto, a la hora de fregar nos obliga a estar inclinados. • Electrodomésticos mal colocados que nos obligan a agacharnos o estirarnos. • Falta de espacio para moverse con fluidez. • No incorporar el equipamiento interior adecuado para facilitar la extracción y accesibilidad de los elementos. • Vinculado a lo anterior está el espacio de almacenaje . Un buen diseño tendrá en cuenta aquellos módulos cuya accesibilidad para el aprovechamiento del espacio es complicada, por ejemplo, los muebles rincón cuya accesibilidad sin el herraje de extracción adecuado, obliga a hacer movimientos muy forzados que puede derivar en dolores lumbares y de espalda. • La gestión de la basura y el reciclaje también es un asunto que, cada vez , tiene más relevancia. Un buen módulo enfocado a la gestión de los residuos facilita la gestión de los mismos. Planificarlo evitar malos olores y hace que en la práctica sea funcional. • Iluminación deficiente . Una cocina mal iluminada, afecta al campo de visión y en la práctica, puede llegar a hacer incómoda la experiencia y afectar a la vista, puesto que la persona está constantemente forzando su visión. Hay que combinar y equilibrar la luz que nos proporciona la estancia con los elementos de la propia cocina. No solo la iluminación accesoria sino las tonalidades. Las tonalidades más claras, tanto externa como internamente, favorecen la luminosidad y, sobre todo en interior, facilitan la visibilidad. Para que la cocina pueda convertirse en ese lugar en el que se favorecen las rutinas saludables , tanto de alimentación como emocionales hay que recordar que se trata de un espacio que tradicionalmente ha sido el corazón del hogar. En muchas familias siempre fue ese lugar de encuentro en el que todo pasaba y, a pesar de que los cambios en los horarios y en las rutinas familiares han modificado su esencia en la actualidad se está volviendo a recuperar ese protagonismo que siempre tuvo, según explica la experta de la AMCE. Por eso conviene acompañar esa vuelta a la esencia de ese espacio con un diseño que sea accesible y agradable, pues eso invitará a querer estar en ella y a participar a través del cocinado familiar e incluso con los niños. «Hoy en día, donde el tiempo compartido es un valor en alza, una cocina que favorece el encuentro es un verdadero regalo para la convivencia y para generar hábitos más saludables, como planificar menús, comer más en casa (por tanto, comer mejor) o compartir tareas», plantea Juana Pino. A la hora de convertir una cocina en un lugar para disfrutar los expertos de AMC proponen tener en cuenta, por un lado, que el espacio es fundamental, pues cuantos más metros cuadrados tenga más fácil será diseñar una cocina bonita y funcional. Sin embargo, esto no es imprescindible pues se puede jugar con otros elementos como lámparas que sean decorativas, pizarras, eliminación de tabiques y unión de espacios, habilitar una isla, una mesa o cualquier otra opción que invite a la reunión en torno al encuentro. Una cocina ordenada, bien iluminada y donde todo está al alcance anima a cocinar más en casa, a dedicar más tiempo y experimentar con las recetas. Si tenemos una buena despensa , una zona cómoda para cortar o planificar, o electrodomésticos bien ubicados, es más fácil organizarse y apostar por alimentos frescos y preparados por nosotros mismos. Enfocarse, de manera consciente en la tarea de cocinar, ayuda a relajar y desconectar del ruido mental, fomenta la creatividad, despierta y activa nuestros sentidos y predispone hacia una experiencia placentera. Y, además, el orden, la iluminación natural, contribuyen a la armonía e invita a la serenidad y el diseño abierto a otros espacios facilita la interacción. Como regla general la distribución se suele basar en la clásica división de las tres zonas de trabajo —cocción, fregadero y almacenaje—. No obstante, es cierto que en los últimos años se ha experimentado una evolución con un enfoque más operativo basado en 5-7 zonas adaptadas a los nuevos estilos de vida y necesidades tecnológicas (que dependerán también del espacio del que se disponga). «Entenderlas y distribuirlas correctamente no solo mejora la funcionalidad, también evita errores como colocar el fregadero demasiado cerca de la placa o no dejar una superficie de trabajo suficiente entre zonas·, aporta Juana Pino. Así pues, las distribuciones en triángulo, que optimizan los recorridos entre frigorífico, fregadero y zona de cocción, son clave. También ayudan las gavetas extraíbles —que facilitan el orden y el acceso—, las superficies amplias y bien iluminadas para preparar alimentos y las zonas específicas para almacenar alimentos o utensilios de forma accesible y ordenada. El diseño debe facilitar, tanto el día a día, como la planificación semanal. Lo primero que se debe tener en cuenta es que la cocina debe adaptarse a la persona y no la persona a la cocina en todo aquello que para la unidad familiar sea importante: iluminación, distribución, tonalidades y aspectos funcionales como la altura de la encimera, horno o fregadero, pues todo debe pensarse para adaptarlos a las personas que los va a usar. El orden y la accesibilidad deben estar garantizados. Para ello se pueden sustituir módulos bajos por módulos cajones o por accesorios extraíbles. Si se tiene espacio, se pueden colocar módulos columna con cajones en la parte inferior. Asimismo resultará útil incorporar electrodomésticos a la altura de los ojos pues eso hace la vida más fácil. En cuanto a la colocación y la distribución del mobiliario debe hacerse pensando en el bienestar compartido pues la clave es crear un espacio, sea del tamaño que sea, donde apetezca estar, conversar y cocinar en compañía. La salud, por tanto, puede empezar en la cocina. Tal como recuerda la experta cada vez somos más conscientes de la importancia de la alimentación para la salud preventiva. Los avances y estudios sobre longevidad inciden en ello, junto a otros factores como el ejercicio físico, el descanso y los vínculos emocionales que se establecen en la interacción familiar y social.