La Modificación de la Ley Orgánica de la Policía Nacional
En temas de seguridad ciudadana, las buenas intenciones no bastan. La historia demuestra que el camino al fracaso suele estar pavimentado precisamente con ellas. No se trata de negar el valor de una propuesta orientada a mejorar, sino de exigir algo más que anuncios y titulares. Porque en seguridad, simplemente no hay margen para el ensayo y error.
Lamentablemente, seguimos viendo cómo se improvisa en un área tan delicada como la seguridad pública. Cada nueva iniciativa aparece como una reacción aislada, sin conexión con un plan estratégico de largo plazo, sin evaluación de lo previamente ejecutado y sin una visión sistémica que articule prevención, control, tecnología, educación y cohesión social.
Desde hace años hemos impulsado la necesidad de una planificación estratégica en seguridad ciudadana, con continuidad institucional, evaluación rigurosa de resultados y adaptación constante a nuestra realidad social y territorial. Lo que funciona debe fortalecerse; lo que falla, corregirse con seriedad, no con medidas cosméticas.
Nos preocupa profundamente que no se haya considerado la Ley Orgánica de la Policía Nacional, que constituye el marco jurídico esencial para impulsar transformaciones estructurales reales. Antes de hablar de reforma o reestructuración, es imprescindible comprender que los cambios duraderos y efectivos solo pueden sostenerse sobre una base legal sólida. Pretender profesionalizar una institución, modernizar sus funciones, depurar sus filas y dignificar su servicio, sin adecuar su ley orgánica a las demandas del siglo XXI, es una incongruencia estratégica. Resulta aún más desconcertante que, tras cinco años de gestión, apenas ahora se reconozca la necesidad de tomarla en cuenta.
No se trata solo de cambiar el uniforme, aumentar el salario o adquirir nuevas patrullas. Se trata de reconstruir la confianza ciudadana, y eso solo se logra con coherencia, liderazgo técnico y voluntad política. No podemos seguir jugando con la vida, la tranquilidad y la salud mental de nuestra gente.
La seguridad no es un spot de campaña. Es una política pública compleja, seria y sensible. Y en ella, la improvisación es un lujo que un país responsable no puede permitirse
Estamos llegando tarde a una conclusión básica. Si verdaderamente se quería transformar la Policía Nacional, se debió iniciar por revisar su Ley Orgánica. Y si se quiere abordar con seriedad la seguridad ciudadana, el punto de partida no puede ser otro que una planificación estratégica sólida, especialmente luego de cuatro años de improvisación con resultados insuficiente
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