Pablo de la Peña: Nuestros impuestos y el Gasto Público
El INEGI publicó reciente el Indicador Oportuno de la Actividad Económica para el mes de enero de este año. Comparado con el dato del 2020, la variación de este indicador es de -4.4 porciento.
Recordemos que en el primer trimestre del 2020 tuvimos una contracción en el Producto Interno Bruto del 2.2 porciento respecto al mismo trimestre del 2019, a pesar de que el primer trimestre del 2020 no se vio tan golpeado como el segundo trimestre en que la economía prácticamente se paralizó por la pandemia. De seguir esta tendencia actual será muy probable que para finales de este mes de marzo del 2021 sumemos 7 trimestres consecutivos con tasas de crecimiento anuales negativas, esto es desde el tercer trimestre del 2019, todo el 2020 y quizá este primer trimestre del 2021.
De ser así estaremos viviendo, sin dudas, la peor crisis económica desde la crisis del 82-83 en que tuvimos seis trimestres consecutivos con tasas de crecimiento anuales negativas, los últimos dos trimestres de 1982 y todo 1983. Como tantas veces lo hemos comentado aquí, la mejor estrategia para iniciar un proceso de recuperación económica es incrementar de manera coordinada la inversión pública y privada.
La primera se logra incrementando el gasto público, ya sea reorientando prioridades del gobierno federal hacia proyectos que impulsen el empleo, el consumo de bienes intermedios y de capital del país, y que fortalezcan la infraestructura productiva para futuros años.
La inversión privada se lograría mediante estímulos fiscales que promuevan la reinversión en capital y que generen fuentes de empleo. Esta estrategia la conocemos como una política fiscal expansiva. En la medida en que más rápido se implemente, mejor. Claro está que tenemos aún que resolver el tema de la pandemia; dicha estrategia fiscal expansiva funcionaría en condiciones “normales”, pero claro está que estamos muy lejos de tener aún condiciones normales.
Para acercarnos a las condiciones normales necesitamos acelerar el proceso de vacunación para alcanzar lo más rápido posible la tasa de inmunidad de grupo. Hay quienes calculan que esa tasa la alcanzaríamos al llegar al 70 porciento de la población vacunada; es decir, cuando tengamos alrededor de 88 millones de mexicanos vacunados.
Llevamos cerca de un millón cien mil personas vacunadas en casi dos meses de haber iniciado el proceso, en el mejor de los casos tenemos una tasa de aplicación de 15 mil vacunas diarias (extraño porque las cifras diarias que se anuncian son menores a las 10 mil). De ser cierto estos números – de cualquier manera – usted puede hacer cálculo de cuántos días (o años) necesitamos para llegar a los 88 millones de mexicanos vacunados.
El 5 de abril del 2020, el presidente López Obrador anunció desde Palacio Nacional, en lo que parecía un sublime informe de gobierno, su plan de recuperación económica en donde se iban a crear 2 millones de empleos, se iban a otorgar créditos a microempresas, se iban a incrementar los fondos distribuibles en los programas integrales de bienestar y se iba a incrementar la inversión pública. Con esas medidas, el presidente enfatizó que se iniciaría pronto la recuperación de la economía. Me temo que no hemos visto nada de lo anterior.
Lo único que hemos visto es que se han mantenido los megaproyectos prioritarios con dudosa capacidad de incrementar la productividad del país, se han incrementado las transferencias de efectivo para los proyectos sociales que, si bien pueden tener un objetivo loable, en épocas electorales tienen también un propósito clientelar funesto, porque crea en nuestros jóvenes una dependencia total hacia el gobierno, en vez de promover e incentivar el espíritu de emprendimiento y la creación de empleos.
Y adicionalmente, no hay claridad en la estrategia para incentivar la atracción de inversión privada, ni extranjera ni doméstica. Parece que se les olvida, tanto a quienes toman estas decisiones en la administración federal, como a los legisladores y desafortunadamente a mucha gente que recibe estos apoyos, que los recursos que el Gobierno Federal está usando para estos proyectos provienen principalmente de los impuestos que todos los que trabajamos en el sector formal pagamos.
Los ingresos tributarios representan el 80 porciento de los ingresos del Gobierno Federal que tiene para gastar, así es que de cada peso que el Gobierno Federal usa para cualquier programa, 80 centavos vienen de nuestros impuestos. Usted dígame ¿Estamos de acuerdo en la forma que se está administrando nuestro dinero?.
Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.