Isabel II y López III
![Isabel II y López III](https://elfinanciero-elfinanciero-prod.cdn.arcpublishing.com/resizer/DUy6ZpaxvaitZriJc_zSVGaVjIc=/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elfinanciero/7GHYN4G3KJFZVOFPUHVSQFHG7Q.jpeg)
Isabel II fue una estadista digna de su tiempo; López III es la peor muestra de un mesiánico que pasará al basurero de la historia.
Isabel II heredó un cargo que nunca ambicionó: ser jefe de Estado del Reino Unido y muchas otras naciones. Estuvo por 70 años a la altura de esa obligación, con inteligencia, habilidad y una extraordinaria discreción y dignidad. Nunca violentó su lugar constitucional, jamás pretendió gobernar. Una y otra vez sorteó las oleadas republicanas que cuestionaban la idoneidad de una monarquía en el siglo XX (y XXI). Tras su muerte ayer, el rey Carlos III heredó un trono con plena legitimidad.
López III logró el cargo que ambicionó toda su vida: ser presidente de México. Lleva casi cuatro años encabezando un gobierno con extraordinaria arrogancia, ineptitud y corrupción. Nunca se ha comportado como un jefe de Estado de todos los mexicanos, sino como el rijoso líder de una fracción. No se cansa de polarizar, denostar a sus rivales y criticar a sus antecesores. Es un autoritario que llegó al poder con ropajes democráticos, que no se cansa de violar la ley porque, dice, primero es la justicia (y él decide lo que es justo, claro).
Isabel II fue la hija mayor de Jorge VI, quien de manera inesperada llegó al trono tras la forzada abdicación de su hermano, Eduardo VIII. El escándalo (el efímero rey se casó con una estadounidense divorciada dos veces) fue superado gracias al extraordinario papel de Jorge VI durante la Segunda Guerra Mundial, sobre todo con Winston Churchill como primer ministro, quien de nuevo lo sería posteriormente, de hecho, el primer jefe de Gobierno que tendría la reina.
López III es el tercero con ese apellido en la larga era del priato, pero en la rama bastarda del siglo XXI conocida como Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Sus antecesores de apellido son Adolfo López Mateos, un estatista y nacionalista de izquierda querido y respetado, y José López Portillo, un estatista y nacionalista de izquierda que hundió al país con su pésima política económica y megalomanía. López Obrador renegó del priato, al que se había afiliado desde joven (en la época de otro izquierdista inepto en lo económico, Luis Echeverría) cuando descubrió que no podría llegar al máximo poder con esos colores. Volvió a traicionar, esta vez a Cuauhtémoc Cárdenas, en su largo camino al poder.
Isabel II nunca dudó en preservar la respetabilidad de la monarquía por sobre su familia. Los descendientes que no estuvieron a la altura fueron hechos públicamente a un lado, incluso obligados a renunciar a cargos y prerrogativas. Siempre se apoyó en el extraordinario funcionariado británico, un aparato de gobierno meritocrático fuera de serie por el calibre de sus miembros.
El Presidente nunca duda en despotricar en público contra aquellos que exhiben la rapacidad de su parentela, incluyendo quien al parecer lo proveía de abundante efectivo gracias a lo que recaudaba por medio de sobres, o el que vive en una descarada opulencia en Estados Unidos. Los defiende y protege a capa y espada, mientras que se proclama escrupulosamente honrado. ¿Su táctica ante cada exhibición de una nueva corruptela? Ondear un pañuelito blanco.
Pero además López III desconfía de aquellos que estudiaron en escuelas exigentes. Se rodea de subalternos absolutamente leales, pero también ignorantes e ineptos. Porque lo que demanda es obediencia absoluta a sus ocurrencias al tiempo que destruye las instituciones que tomó décadas construir.
Isabel II fue una estadista digna de su tiempo. López III es la peor muestra de un mesiánico que pasará al basurero de la historia.