Llegó la hora
Sin democracia interna es ridículo que los partidos hablen de embates a la democracia en el país. Llegó la hora de cambiar las cosas.
La Gloriosa Cuarta Transformación devino en una triste transformación de cuarta. Más corrupción, más pobreza, mayor inseguridad. Lo que iba a ser no fue y no será. Soñó con ser como Hidalgo, Madero o Cárdenas, pero López Obrador terminará arrumbado, al lado de los populistas Echeverría y López Portillo, en el basurero de la historia. En estos años México experimentó un retroceso, pero así es la democracia, un proceso de prueba y error. México como país se equivocó al elegir a un demagogo, espero que hayamos aprendido la lección. Por lo pronto hay signos visibles de que la corriente que condujo a López Obrador hasta la presidencia está cambiando de rumbo, señalo tres puntos:
En el mundo globalizado que vivimos los movimientos de capital tienen mayor peso que las estentóreas declaraciones soberanistas, dirigidas a clientelas locales. El anuncio de Elon Musk de que instalará en Nuevo León una gigafábrica para producir autos eléctricos, o el anuncio de que más de 150 empresas canadienses van a instalarse en el país mandan una poderosa señal de que el capital se está moviendo a México, a pesar de la inseguridad y del endeble estado de derecho, es decir, a pesar de López Obrador, que ya va de salida.
El segundo punto tiene que ver con Estados Unidos. Trump soportó los desplantes mexicanos porque se identificó con el estilo atrabiliario de López Obrador, al que llamaba Juan Trump. Pero cuando lo creyó necesario tronó los dedos, amenazó con subir los aranceles y Ebrard, literalmente, “se dobló”: cedimos ante lo que nos impusieron. Volvió Trump a tronar los dedos y López Obrador acudió obsequioso a la Casa Blanca en plena campaña electoral. Pero los vientos cambiaron y el clima se volvió hostil. No solamente son un puñado de congresistas republicanos y demócratas los que señalan el peligro para la democracia que representa López Obrador, son todos los grandes periódicos norteamericanos y las cadenas de televisión los que lo condenan, al grado de que se ha convertido en el hazmerreír de los shows nocturnos. Las advertencias provienen del Departamento de Estado y la DEA. El clima adverso apenas comienza, se intensificará conforme se aproximen las elecciones del 2024.
El tercer punto, el más importante: el despertar ciudadano. Las marchas de noviembre y febrero pusieron en evidencia que los ciudadanos van muy adelante de los anquilosados partidos de la oposición. Salimos a la calle y vamos a seguir saliendo. La marcha del 18 de marzo no tiene punto de comparación con las marchas que se organizaron en más de 120 ciudades y en las embajadas de México en el extranjero. Es preciso conducir la marea rosa ciudadana hacia los cauces partidistas, vehículos indispensables para competir en el 2024.
En Morena no pintan bien las cosas. La predilección de López Obrador por la servil Sheinbaum no deja más camino a Ebrard que renunciar y hacer campaña con el verde. Morena llegará dividido, con una candidata con nulo carisma (el carisma no se hereda, señaló Max Weber). Adán Augusto cumple con fidelidad el papel de comparsa de su paisano y de guardaespaldas de la candidata del presidente. Ricardo Monreal algún día tiene que cansarse de las humillaciones recibidas. Un partido dividido, pierde.
Las encuestas señalan que en la carrera en la que van corriendo solos, los morenistas llevan la ventaja. Muy diferente será cuando la oposición elija candidato(a). Sheinbaum tendrá que explicar los guardaditos de su mamá en las Islas Caimán que exhibieron los Panamá Papers. No será fácil librarse de las muertes del Rebsamen, de la línea 12 y de la Línea 3 que pesan sobre su espalda.
La oposición tiene buenas condiciones para contender por la presidencia de la república. Juegan en su contra dos factores: el primero, las marrullerías, trampas, mentiras y pactos con el narcotráfico de López Obrador, dispuesto a lo que sea con tal de conservar el poder, aunque sea por interpósita persona; el segundo, la falta de miras y la mezquindad de las dirigencias partidistas, que han demostrado que es mayúscula.
Los partidos de oposición tienen que unirse en una alianza que incluya a Movimiento Ciudadano. Es indispensable que Dante Delgado deponga su juego de estratega y vea por el bien del país, por primera vez en su vida. La alianza, ya conformada, tiene que abrirse a la ciudadanía, para que pueda participar en la elección de candidato(a) a la presidencia y a puestos en el Congreso. Los primeros 18 lugares plurinominales de ambas Cámaras deben ofrecerse a los ciudadanos de mejores credenciales: es necesario volver a subir el nivel del Congreso, que Morena ha llevado hasta su punto más bajo (¿recuerdan que los diputados le cantaron las mañanitas a AMLO en el pleno?)
Debates, con tantos candidatos –militantes y ciudadanos, como sea posible-; elecciones primarias vigiladas por el INE y abiertas a quien quiera contender; participación ciudadana. Sin democracia interna es ridículo que los partidos hablen de embates a la democracia en el país. Llegó la hora de cambiar las cosas.