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smi24.net
El Financiero
Май
2023

¡Madres!

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¡Madres!

La falta de perspectivas positivas lleva a que cada vez más mujeres decidan migrar con todo e hijos.

Cuando se piensa en el fenómeno migratorio, rara vez se tiene consciencia de cómo afecta a las familias. En particular, las madres y los niños, vulnerables de por sí, enfrentan situaciones dramáticas que se mantienen invisibilizadas y, por lo mismo, tienden a empeorar.

Madres abandonadas. Cuando los varones deciden migrar, algunas veces simplemente desaparecen, huyendo de la responsabilidad familiar. Se ahorran las explicaciones y los reproches.

Para sus parejas quizá sea mejor que cuando las convencen de aceptarlo y les dan la esperanza de un futuro maravilloso. Un buen número de ellos va perdiendo el contacto poco a poco y en menos de dos años se hace de una novia por allá.

Aun si la relación continúa, pasarán meses o años para que el papá pueda contribuir a la manutención de los hijos. La probabilidad de que él regrese con recursos, o los de aquí se vayan para allá legalmente, es mínima. Para todos los efectos prácticos la madre se queda sin apoyos.

La masiva migración de varones es la causa de que, crecientemente, las mujeres sean titulares de derechos agrarios. Lamentablemente eso no contribuye a su autonomía económica, sino al revés: las ata a una actividad poco productiva que les impide progresar.

Viven además en comunidades decadentes, pueblos fantasma que se van despoblando y en los que la inseguridad es creciente.

Madres migrantes. La falta de perspectivas positivas lleva a que cada vez más mujeres decidan migrar con todo e hijos. Suelen ser más cuidadosas en su trayecto hacia la frontera. No viajan de polizontes en el tren, sino en autobuses; no pernoctan en la calle, sino en refugios; buscan recomendaciones sobre polleros “confiables”. En realidad, corren mucho peligro.

Como no están muy convencidas de salir del país y descubren que en las ciudades fronterizas hay oferta de empleos, muchas se quedan de este lado. El trabajo en las maquiladoras es extenuante y no permite estar pendiente de los hijos.

A diferencia de los varones, las que cruzan casi no se atreven a alejarse de la frontera. Se quedan ahí por estar menos lejos de su tierra y porque en las comunidades hay mayoría de mexicanos y algo de apoyo a los recién llegados.

El problema es que la abundancia de mano de obra deprime los salarios. Las poblaciones del sur de Texas y Nuevo México están entre las más pobres de Estados Unidos.

Madres trabajadoras. A diferencia de las migrantes asiáticas, las mexicanas y centroamericanas cuentan con escasa educación formal. Mientras que tres de cada cuatro hindús y la mitad de las de China, Corea y Filipinas concluyeron la educación básica (hasta preparatoria) en sus países, apenas una de cada 20 mexicanas lo consiguió. En consecuencia, los empleos a los que pueden aspirar son los más cansados, desprotegidos y mal pagados.

Peor aún, la gran mayoría de las migrantes de nuestro país no entiende el inglés; no lo habla, lo escribe o lo lee. Por ello, ni logran continuar su educación formal ni tienen posibilidad de encontrar trabajo en el sector de servicios. Esa misma carencia impide el acceso a la justicia para defenderse de la violencia intrafamiliar o el abuso laboral.

En el largometraje Spanglish (protagonizada por Adam Sandler, Paz Vega y Cecilia Suárez) se narran las dificultades de una migrante mexicana que sólo habla español, cuando se contrata de sirvienta con una familia estadounidense. En la película, y en la realidad, el final feliz sólo llega cuando alcanza a entender y a darse a entender en el nuevo idioma.

En los campos del Central Valley en California cada vez hay más mujeres en la recolección de cosechas. Viven explotadas y desconocen sus derechos. Duermen en galerones insalubres y reciben alimentos poco nutritivos.

Los que pasan por ahí se extrañan de que, con el Sol candente, ellas vistan varias capas de ropa. Es su forma de defenderse del acoso de compañeros y capataces. Las violaciones son frecuentes y pocas veces denunciadas.

Madres atemorizadas. Las migrantes que, empezando de cero, con gran esfuerzo y sacrificio, después de muchos años, obtienen una estabilidad económica y sacan adelante la educación de sus hijos, de todas formas, viven con miedo. Saben que en cualquier momento pueden ser deportadas, separadas de sus familiares y perder todo.

Urgen políticas (como las de la Unión Europea o la Asean) para proteger a las madres migrantes. O mejor, darles oportunidades aquí para que no tengan que irse.











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