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El Financiero
Май
2023

Ni monedero ni espada

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Ni monedero ni espada

Destruir el Poder Judicial es incendiar nuestra casa consistente en una choza de lámina porque está fea y es insegura, pero sin pensar que no tendremos dónde dormir durante meses o años.

Asesor en Agon Economía Derecho Estrategia, Consejero MUCD

“El Poder Judicial no tiene influencia sobre la espada ni sobre el monedero. No dirige la fuerza o la riqueza de la sociedad; y no puede tomar ninguna acción resolutiva. Verdaderamente puede decirse que no tiene fuerza ni voluntad; solamente juicio”. Así se refirió Alexander Hamilton en The Federalist Papers no. 78 al Poder Judicial de su incipiente país, el 14 de junio de 1788. Por ello, Hamilton pensaba que los jueces eran la rama más débil del poder en una República. El Poder Judicial es el eslabón débil por el que se rompe la cadena de la división de poderes, y este problema no es nuevo ni es único de los Estados Unidos de América, o de nosotros, sus vecinos del sur, los Estados Unidos Mexicanos.

Ciertamente, a este columnista le gustaría ver menos nepotismo y corrupción en los pasillos del Poder Judicial. También me gustaría ver legisladores serios e inteligentes, no jumentos sicofantes rebuznando y levantando la mano, o la pezuña. De igual manera, me gustaría ver, no solamente en la Presidencia de México, sino de la mayoría de los países del mundo, menos gerontócratas con ideas previas a 1914, con ínfulas de reyezuelos, dictadores y capos fascistas. Pero bueno; es lo que nos tocó. Nada es perfecto.

Dentro de todas sus imperfecciones, el Poder Judicial en general y la Suprema Corte en particular, son lo más cercano que tenemos en México a un conjunto de instituciones estables de impartición de justicia. Ciertamente no quisiera estar sentado atrás de la rejilla en un proceso judicial. Dicho lo anterior, la Suprema Corte históricamente se ha tomado en serio su papel de ser garante del orden constitucional, y como cumple cabalmente con ese fin, es normal que eso no sea del agrado de cierto señor otoñal que le gustaría hacer con la República lo que ha hecho con la política y con todas las instituciones que ha tocado: golpear hasta destruir.

La teoría imperante entre el actual presidente y sus partidarios, aunque no lo digan de manera explícita, es que hay que demolerlo todo en México y volver a empezar, porque todo lo que existía no tiene esperanza. México necesita una reforma de lo judicial, para que la justicia sea verdaderamente universal y mucho más expedita. En alguna ocasión he escrito aquí que en otros países las partes en litigio tienen que pagar por el tiempo de los tribunales y jurados, además del de sus abogados y estrategas. Aquí prometemos todo gratis, y de esa manera aseguramos que no haya recursos suficientes.

Los jueces ganan carretadas de dinero, y mientras más arriba están en el Poder Judicial, más ganan. Tienen unas prestaciones que ya quisieran varios jefes de Estado, cierto. La razón de ello es muy simple: su trabajo valdría más afuera. Se ha sabido de algunos de ellos que dobletean como funcionarios judiciales y a la vez son notarios, o socios de despachos. El prevaricato y la corrupción no han sido erradicados de ninguna institución de México, y el Poder Judicial no es la excepción. Sin embargo, no son todos. Me atrevo a afirmar que adiciones recientes a la Corte, como Loretta Ortiz y Yasmín Esquivel, son de lo peor de ese cuerpo colegiado. Me atrevo a decir que Arturo Zaldívar es un reguilete político más que una brújula jurídica.

Los servicios de abogados y notarios en México son caros porque hay notorias violaciones al Estado de derecho todos los días en el país. El Poder Judicial, y el aparato de justicia, es lo único que media entre usted ciudadana, su empresa, sus derechos y el Estado. El Chapulín Colorado, en este caso, no puede ayudarnos.

Destruir el Poder Judicial es incendiar nuestra casa consistente en una choza de lámina porque está fea y es insegura, pero sin pensar que no tendremos dónde dormir durante meses o años. Los países deben durar siglos, las instituciones décadas, los presidentes sexenios. Los jueces y los presidentes van a un ritmo distinto. Al presidente, de acuerdo con nuestras costumbres medievales, solamente lo puede juzgar el Poder Legislativo. A los jueces, los juzgan sus pares, el Consejo de la Judicatura, y la sociedad. Hasta el momento, han salido mejor librados que nuestros líderes políticos, sean de la rama ejecutiva o legislativa.

México necesita una reforma de lo judicial, pero no puede ser la que proponen AMLO y Adán Augusto. No es el momento, ni el lugar ni el proponente ni el interlocutor ni el sentido correcto. Refundar la República no implica refundirla. Están a punto, damas y caballeros de la cuatroté; igual y no dejan país después de ustedes.











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