Antropofagia
La palabra “antropófago” tiene sus raíces en la antigua Grecia y estaba asociada a la creencia de que ciertos pueblos más allá del Mar Negro practicaban el consumo de carne humana.
El término “canibalismo” se utiliza de manera general para describir el consumo de individuos de la misma especie, mientras que “antropofagia” a veces se emplea de forma más específica para referirse al consumo de carne humana, especialmente en escenarios culturales o rituales. La distinción entre ambos términos puede variar según el uso y contexto específico, pero mayormente se utilizan como sinónimos.
La palabra “antropófago” tiene sus raíces en la antigua Grecia y estaba asociada a la creencia de que ciertos pueblos más allá del Mar Negro practicaban el consumo de carne humana. Este mito perduró en la Edad Media y continuó siendo una constante en la tradición occidental, especialmente a través de relatos de autores latinos como Plinio “el Viejo”.
La etimología de la palabra “caníbal” tal como la conocemos hoy se remonta a 1492, cuando surgió a partir de una alteración del término “caribe”, que originalmente significaba “osado” o “audaz”. Inicialmente usado por los taínos para referirse a los “comedores de carne humana”, miembros de otras tribus, y los europeos adoptaron el término con otro concepto.
Una perspectiva intrigante del antropólogo William Arens, expuesta en su obra “The Man-Eating Myth”, cuestiona la veracidad de los registros históricos sobre canibalismo. Arens argumenta que muchos de estos registros son poco confiables, basándose en rumores y acusaciones de terceros que nunca presenciaron directamente tales actos. Esta interpretación desafía la falta de respaldo en las fuentes existentes.
La narrativa del caníbal durante los tiempos de Colón y Américo Vespucio sembró un profundo temor en la sociedad europea, fortaleciendo la percepción de la supuesta superioridad del europeo cristiano. La acusación de canibalismo fue instrumentalizada para justificar las formas coloniales y la explotación de poblaciones indígenas, como se evidencia en la Real Cédula de 1503 que autorizaba la esclavización de indios caribes debido a dichas prácticas.
A pesar de las controversias, estudios actuales respaldados por arqueólogos y antropólogos en regiones como Mesoamérica y el suroeste de Norteamérica han descubierto pruebas tangibles de la existencia del canibalismo, que pudo haber sido en contextos ceremoniales o rituales.
En el siglo XVIII, el enfoque sobre el canibalismo se desplazó hacia las tribus del Pacífico Sur, especialmente después del trágico episodio de la muerte del capitán Cook a manos de los hawaianos en 1779. Esta región se convirtió en la nueva asociación con la presencia de caníbales en la narrativa occidental.
En África no se cuenta con evidencia concreta que respalde la idea del consumo de carne humana. La mención de la antropofagia se utiliza más como un recurso retórico que como una práctica confirmada, evidenciando el empleo persuasivo del lenguaje para influir en la audiencia.
Cabe mencionar que esta costumbre no solo se relaciona con tribus étnicas de los “nuevos” territorios. Siembre ha sido un tema tabú del que no se habla. Existen ejemplos como el de los naufragios de antaño, cuando los suministros escaseaban y se recurría a la llamada “costumbre del mar”, que no solo se aprovechaban de los difuntos. Hay testimonios, rumores, claro, que sugieren que, en ocasiones, se llegó al extremo de sacrificar a algunos de los náufragos, ya sea por decisión deliberada o recurriendo al azar para determinar al “elegido”.
Estas prácticas se suman a los oscuros relatos que albergan las crónicas de guerras como lo es el prolongado asedio a la ciudad rusa, Leningrado, por parte de los alemanes, casi 900 días durante la Segunda Guerra Mundial, cuando tres millones de personas quedaron atrapadas, sin posibilidad de entrada o salida, una situación lamentablemente frecuente en los horrores de la guerra. Se “dice” que, debido a la hambruna, la antropofagia se practicó.
A lo largo de la historia, se han registrado casos de canibalismo en diversas culturas. Es esencial abordar esta información con respeto y sensibilidad, reconociendo las controversias y la falta de evidencia concreta en algunos casos. Subraya la importancia de evitar generalizaciones infundadas y de comprender la complejidad y singularidad de cada cultura, así como la situación específica en la que se encuentra un ser humano.