Síndrome de la impostora
El síndrome de la impostora afecta principalmente a las mujeres ejecutivas en puestos de responsabilidad. Ocho de cada diez personas resultan afectadas en algún momento de sus vidas y de sus carreras profesionales debido a pensamientos en los cuales se tiene dudas desmesuradas sobre sus propias aptitudes intelectuales y un profundo convencimiento de ser un fraude en el puesto de trabajo.
“A pesar de sus destacados logros académicos y profesionales, las mujeres que experimentan el fenómeno de la impostora persisten en creer que en realidad no son brillantes y han engañado a cualquiera que piense lo contrario”, afirma la periodista Helena Farré Vallejo.
El concepto fenómeno de la impostora fue acuñado en 1978 por las psicólogas Pauline Rose Clance y Suzanne Imes, quienes publicaron el estudio The Imposter Phenomenon in High Achieving Women: Dynamics and Therapeutic Intervention.
Desde esta publicación, otros estudios demuestran que el síndrome no discrimina. Afecta a ambos sexos de distinta proveniencia cultural, estatus socioeconómico y ocupación, desde estudiantes de universidad hasta médicos, incluso a gerentes de mercadeo, docentes y ganadores de óscares.
Muchos se preguntan la raíz de este síndrome que se extendió en los últimos diez años y con el cual se identifican los profesionales jóvenes. Se convirtió en un fenómeno cultural que se refleja en memes y millones de videos en TikTok e Instagram.
Expertos afirman que puede ser una actual tendencia a psicopatologizar la vida cotidiana y debido a las redes sociales.
La psicóloga Isabel Rojas Estapé lo vincula a que las personas jóvenes son cada vez menos resilientes psicológicamente. Menciona que se llega a patologizar reacciones normales ante situaciones que no se ajustan a las expectativas, como la frustración o la ansiedad, interpretándolas como síntomas de un trastorno y necesitadas de intervención médica.
Se llega a elevar una dolencia psíquica a una inseguridad común que es habitual al comienzo de la vida laboral. A ello se suma una epidemia de baja autoestima que lleva a una extensa y frecuente autopercepción fraudulenta que conduce a dudar de las propias capacidades intelectuales.
Comenta Rojas que las redes sociales tienen mucho que ver en la expansión de este fenómeno. Las personas están constantemente comparándose con otras. Mirando y teniendo inputs de otros a los cuales perciben más inteligentes, atractivos o mejores profesionales.
Estamos expuestos todos a un showoff constante que suele generar mucha inseguridad. Por otro lado, en un reciente artículo publicado en The Free Press sobre la salud mental de los jóvenes, Jonathan Haidt expone una tesis que llama la atención: las redes sociales fomentan el autodesprecio entre sus usuarios.
Farré Vallejo apunta que las redes sociales son uno de los principales epicentros en los que se fomenta y recompensa —mediante likes y compartidos— expresarse abiertamente sobre la salud mental. En Instagram, el hashtag #impostersyndrome aparece en 316.429 publicaciones y en TikTok cuenta con más de 240 millones de visualizaciones.
También LinkedIn añade frecuentes contenidos, extensos textos de mánager que consideran oportuno sincerarse sobre pensamientos íntimos. Las redes sociales son un altavoz que extiende este síndrome.
El número de búsquedas en Instagram aumentó en un 85 % del 2014 al 2015 en Estados Unidos. España y Argentina son otros países en los que se ha registrado. Leslie Jamison en The New Yorker menciona que el diagnóstico puede haberse convertido en una fuerza cultural que fortalece el mismo fenómeno al que debería curar.
Rojas Estapé recomienda “bajar la voz interior y educar la mirada”. “Porque el síndrome del impostor es cómo te sientes, y para el 90 % de las personas, su percepción no se ajusta a la realidad”.
Ante la pregunta de si este fenómeno es cultural, Farré concluye que no y sí. La inseguridad no es novedosa. Es un sentimiento antiguo y propio del ser humano, pero puede entenderse como un fenómeno cultural por el protagonismo de la salud mental y la presencia e influencia de las redes sociales en nuestra vida.
El desarrollo personal demanda ser realista con uno mismo. Conocerse es fundamental para el equilibrio interior y para unas adecuadas relaciones interpersonales y para un buen desempeño en cualquier otra actividad.
Dos mil años antes, el estratega militar chino Sun Tzu sentenció: si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro. De la misma época es el aforismo esculpido en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos: conócete a ti mismo.
Este será un reto siempre actual para danzar con nuestras fortalezas y fragilidades. Para darnos cuenta de que somos seres humanos y no dejarse eclipsar por la virtualidad y la frivolidad.
La autora es administradora de negocios.