¿Para qué ir a la escuela?
“Ya entendí Física”, me dijo mi hija una tarde de estas. Le pregunté cómo lo había logrado. “ChatGPT me explicó todo. Ya ni para qué ir a la escuela”, me respondió despreocupadamente.
Simples palabras que causan una profunda reflexión, no solo por ser una revelación del momento, sino también por sus posibles implicaciones en un futuro cercano.
La educación en Costa Rica enfrenta un sinnúmero de retos. La lista preliminar que viene a la mente puede ser extensa, desde infraestructura hasta conectividad y cobertura. Sin embargo, en vista de los avances de la inteligencia artificial, es posible argumentar que el mayor reto es su relevancia en el tiempo. ¿Cómo actualizar la educación para que los estudiantes sigan asistiendo a clases en un mundo donde todas las respuestas parecen estar a un clic en un dispositivo?
El cambio se aprecia más claramente en la universidad. Muchas replantearon sus planes de estudios para adaptarse a los tiempos e intereses de los estudiantes. Un artículo publicado el 27 de febrero en The New Yorker, titulado The End of the English Major, compartido y discutido ampliamente en los círculos educativos, describe el fenómeno actual de la caída pronunciada en la matrícula de carreras de las artes liberales o humanidades.
Generalmente, estas se refieren a los estudios académicos como literatura, filosofía y ciencias sociales, a diferencia de las materias técnicas. Desde un enfoque más histórico, se refieren al trivium y el quadrivium.
En las últimas décadas, se ha visto un cambio en el propósito de la educación universitaria, que evolucionó de formar a estudiantes para la vida a formarlos desde un enfoque más utilitario para conseguir trabajo.
El costo elevado de la educación más la creciente precariedad de la clase media desempeñan un papel en guiar a estudiantes hacia carreras de habilidades prácticas, que aseguren un trabajo remunerado al graduarse. La tendencia es global, casi el 80 % de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) informaron una caída en las inscripciones en humanidades.
Dos modelos
El modelo de universidad con énfasis en las artes liberales, influido en gran medida por escuelas británicas como Oxford y Cambridge, y por otro lado el modelo más enfocado al utilitarismo, impulsado por las universidades alemanas del siglo XIX, sirvieron de base para la mayoría de las instituciones actuales.
En 1963, Clark Kerr, presidente del sistema de la Universidad de California, dio una serie de conferencias recogidas posteriormente en el famoso libro Los usos de la universidad. La propuesta de las universidades estadounidenses fue una especie de mezcla de ambos enfoques, una especie de multiversidad, que ofrecía una formación preprofesional de todo tipo, escuelas de Derecho, Negocios, Medicina y Ciencias Agrícolas, pero también el antiguo esquema de las artes liberales.
En Costa Rica, este modelo por lo general se encuentra más prominentemente en las universidades estatales, por ejemplo, el año de Estudios Generales en la Universidad de Costa Rica, y el enfoque más puntual y utilitario se enseña en las universidades privadas, que gradúan profesionales en lapsos más cortos, de hasta dos años.
Las universidades se adaptan más rápido a los cambios, no solo para acoplarse a las necesidades de los tiempos, sino también para satisfacer las necesidades de sus estudiantes o clientes. Se puede ver cómo este amplio espectro entre una educación enfocada en las humanidades o el utilitarismo irá permeando gota a gota en la educación secundaria y primaria. A la fecha, ya es notorio el gran énfasis en las materias STEM, que son la base de muchas carreras utilitarias.
Cabe señalar que este debate saludable no necesariamente tiene un lado correcto y otro incorrecto; igualmente pueden ser solo tendencias, como sucede usualmente en educación. En lugar de abogar por uno de los lados, se debe aprovechar el escenario para reflexionar sobre posibles mejoras en el sistema en general.
Nueva escuela
El sistema de educación que se conoce ha existido durante más de 150 años. Sin embargo, el modelo de escolarización ha tenido pocos cambios. Estudiantes de la misma edad se agrupan en aulas y un docente les enseña un currículo preestablecido. A pesar de que los planes de estudio cambiaron, la esencia ha variado poco. A los estudiantes todavía se les enseña de una manera estandarizada e industrializada.
¿Qué se necesitará para crear ambientes de aprendizaje contemporáneos que satisfagan las demandas de la sociedad del siglo XXI, involucren a los estudiantes y produzcan graduados que estén preparados para tener éxito en el mundo laboral? ¿Qué habilidades y capacidades necesitan los docentes para crear estas escuelas?
En lugar de buscar una respuesta cerrada y definitiva, salirse de las estructuras predeterminadas puede resultar más eficaz. Hoy, especialistas en arquitectura y educación ofrecen propuestas innovadoras que alterarían la estructura del día escolar.
Una visión interesante es diseñar centros educativos sin aulas y en su lugar contar con diferentes espacios, como bibliotecas, laboratorios, teatros, atelieres, etc. Los docentes crearían su horario diariamente reservando los distintos espacios en línea, lo que proporcionaría mayor flexibilidad al integrar materias y diferentes edades y niveles.
En grados superiores, los mismos estudiantes podrían armar sus horarios dependiendo de sus intereses. El cambio en la infraestructura sería el detonante para el cambio en el perfil del docente, una evolución hacia un perfil integral con las siguientes características: aprendiz profesional autodirigido, crítico de medios y creador de medios, diseñador innovador de experiencias de aprendizaje, ciudadano conectado globalmente y defensor de los estudiantes y el aprendizaje.
Esta propuesta propone comenzar el cambio necesario en el modelo de infraestructura, que impactará el perfil del docente y, por ende, transformará la experiencia educativa. Los centros educativos se convertirían en espacios llenos de posibilidades y brindarían desde educación para la vida hasta herramientas para la empleabilidad.
En lugar de preguntar por qué ir a la escuela, preguntarían por qué perderme todo lo que ofrece la escuela. El desafío no tiene precedentes. Las opciones son ilimitadas.
La autora es consultora educativa.