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La Nacion Costa Rica
Май
2023

¿Será Europa el mayor perdedor del mundo?

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¿Será Europa el mayor perdedor del mundo?

Si Europa va a enfrentar el actual reordenamiento global, es mejor que comience ya… o idealmente ayer.

La era de estabilidad global posterior a 1945 está muerta y enterrada. Desde el mundo bipolar dominado por Estados Unidos que la reemplazó, nos hemos beneficiado ampliamente con ese sentido de orden estratégico. Aunque hubo muchas guerras más pequeñas e, incluso, otras de mayor magnitud, como las de Corea y Vietnam, pasando por Oriente Medio y Afganistán, en general el sistema internacional se mantuvo estable e intacto.

Sin embargo, desde comienzos del nuevo milenio esta estabilidad ha dado cada vez más pie a una renovada rivalidad entre grandes potencias, especialmente entre Estados Unidos y China. Más todavía, desde hace tiempo ha estado claro que aumentará la influencia política y estratégica de India, Brasil, Indonesia, Sudáfrica, Arabia Saudí, Irán y otras economías emergentes, así como sus papeles en el sistema global. En el contexto de una profundización del conflicto entre China y EE. UU., estas potencias en ascenso tendrán muchas oportunidades para enfrentar entre sí a las dos superpotencias del siglo XXI. En efecto, muchas de estas oportunidades serán demasiado buenas como perdérselas.

Mientras tanto, en Rusia las elites políticas nadan infructuosamente en fantasías de restaurar el alcance y el peso geopolíticos de la Unión Soviética, y del Imperio Ruso anterior a ella. Bajo el presidente Vladimir Putin, el gobierno ruso ha apuntado cada vez más a revertir el legado inmediato de la era posterior a la Guerra Fría. En contraste, Occidente —es decir, EE. UU. y la Unión Europea tras su ampliación desde el 2004— ha adherido al arreglo básico posterior a la Guerra Fría en Europa. Para tal fin, se ha mantenido comprometido con la defensa de valores básicos como el derecho de los países a la autodeterminación y la inviolabilidad de las fronteras reconocidas internacionalmente.

La divergencia entre estos valores y compromisos convirtió en inevitable el conflicto sobre las exrepúblicas de la Unión Soviética, como vimos en Georgia ya en el 2008. En Ucrania, la salva inicial vino cuando Rusia se anexó Crimea en el 2014, pero el punto de quiebre no ocurrió sino hasta febrero pasado, cuando el Kremlin comenzó su invasión total y puso un final decisivo a la era de paz en Europa. Una vez más, el continente se está dividiendo en dos campos.

El intento de Putin de reescribir la historia a la fuerza no solo es una tragedia para Ucrania y un reto para la seguridad europea, sino un cuestionamiento al sistema internacional completo de naciones estado. Después de todo, muchas de las potencias globales nuevas y emergentes se han negado a ponerse sin ambages de parte de Ucrania, y algunas —siguiendo el ejemplo de China— han manifestado su apoyo explícito a Rusia o han permanecido como “neutrales” en su interés por ganar alguna ventaja táctica. La implicación es que estos países están dispuestos a pasar por alto una violación flagrante de los principios básicos en que se sustenta la estabilidad global.

Geográficamente, Europa está en una región peligrosa y; sin embargo, sigue siendo una confederación de estados-nación soberanos que nunca ha reunido la voluntad de lograr una integración real. Imagen de Shutterstock

China-EE. UU.

Pero el peligro más amplio para el sistema internacional no radica en la guerra de Ucrania (Rusia es demasiado débil como para representar una amenaza verdaderamente global), sino en el deterioro de las relaciones sinoestadounidenses. Es cierto que a pesar de la belicosa retórica de China sobre Taiwán y sus amenazantes ejercicios navales en las aguas que rodean la isla, la confrontación es mucho menos militar que económica, tecnológica y política. Esto es un triste consuelo, porque se trata de un creciente conflicto de suma cero.

Es probable que algunos de los grandes perdedores de esta confrontación sean Japón y Europa. Las empresas chinas han desarrollado enormes capacidades de producción en masa en el sector de los automóviles —especialmente vehículos eléctricos (VE)—, y ahora apuntan a sacar de la competencia a los fabricantes europeos y japoneses que por largo tiempo han dominado el mercado.

Para complicar las cosas, la propia respuesta de los estadounidenses a la competencia china es impulsar una política industrial a costa de los fabricantes europeos y japoneses. Por ejemplo, la reciente Ley de Reducción de la Inflación contempla otorgar grandes subsidios para la producción de vehículos en suelo estadounidense. Desde su perspectiva, tales medidas matan dos pájaros de un tiro: proteger a los grandes fabricantes locales de vehículos y darles incentivos para que impulsen el desarrollo de los VE.

El resultado final será una profunda reorganización del sector automovilístico global en que Japón y Europa (principalmente Alemania) perderán competitividad y participación del mercado. Y no olvidemos que este importante cambio económico representa meramente el comienzo de una confrontación global y un reordenamiento estratégico mucho mayores.

Europa no solo debe hacer un enorme esfuerzo por preservar su modelo económico durante esta reorganización de la economía global, sino que además debe enfrentar costes energéticos más altos, una creciente brecha tecnológica con respecto a las dos superpotencias, y la urgente necesidad de contrarrestar la nueva amenaza que Rusia representa. Todas estas prioridades cobrarán todavía más urgencia a medida que se aproximen las nuevas elecciones presidenciales en EE. UU., dada la clara posibilidad de que Donald Trump sea reelecto.

Así, Europa se encuentra en una clara desventaja. Geográficamente está en una región peligrosa y; sin embargo, sigue siendo una confederación de estados-nación soberanos que nunca ha reunido la voluntad de lograr una integración real, incluso tras dos guerras mundiales y una Guerra Fría que duró décadas. En un mundo dominado por grandes estados con presupuestos militares en aumento, Europa todavía no es una potencia real.

Depende de los europeos si esta situación se mantiene o no. El mundo no va a esperar a que Europa madure. Si Europa va a enfrentar el actual reordenamiento global, es mejor que comience ya… o idealmente ayer.

Joschka Fischer, ministro de Relaciones Exteriores y vicecanciller de Alemania entre 1998 y 2005, fue líder del Partido Verde alemán durante casi 20 años.

© Project Syndicate 1995–2022











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