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smi24.net
La Nacion Costa Rica
Май
2023

Nuestra democracia tiene cáncer

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Nuestra democracia tiene cáncer

Los dolores democráticos que hoy padecemos iniciaron hace 25 años.

La democracia costarricense, al igual que muchas otras, está enferma; para mí, seriamente. Este cáncer, observado también en regímenes ejemplares históricamente (EE. UU. y el Reino Unido) y en otros no tan distinguidos (Brasil, México y Perú) puede llegar a ser fatal.

La merma en la participación ciudadana en las elecciones refleja el grado de metástasis. En Costa Rica, el “abstencionismo” tradicionalmente rondaba el 20%; hace 25 años ese orgullo nacional cambió para mal. Si no hacemos algo para cambiar esta horrorosa tendencia, en las próximas elecciones el abstencionismo podría superar el 50% (como muestra el gráfico); más ciudadanos decidirán quedarse en casa que acudir a las urnas; el cáncer podría entonces entrar en fase terminal.

Algunos cambios legislativos, como la reforma a la ley N.° 7653, del 23 de diciembre de 1996 y, pudo haber incidido en el comportamiento del abstencionismo. Fuente: Alejandro Urbina

Los dolores democráticos que hoy sufrimos responden a que por tercera vez desde 1948 nos gobierna un presidente electo por menos del 30% de los ciudadanos inscritos con derecho a voto. Mario Echandi fue electo en 1958 por solo el 29% del electorado, Oscar Arias en el 2006 recibió apenas 26,1% de todos los potenciales votantes y Rodrigo Chaves logró en segunda ronda, el del 29,2% del padrón.

Claramente, al no recibir el apoyo de siete de cada diez costarricenses mayores de edad, la polarización política se exacerba y el mandatario recurre al instrumento que tenga a mano: Echandi al veto, Arias al referendo y este último señor al insulto.

Cambios legislativos

Probablemente, múltiples factores contribuyen con la decreciente participación ciudadana. Sin embargo, podemos identificar algunos cambios legislativos como la reforma a la ley N.° 7653, del 23 de diciembre de 1996 y, específicamente, el artículo 177 entre otros, que eliminó el embanderamiento como gasto justificable.

Esto no pareciera haber ayudado. Claro, cancelaron la “charanga” y nos ahorramos unas pesetas más en la contribución del Estado a la fiesta electoral, pero quién quita, también hirieron seriamente al tradicional entusiasmo electoral costarricense. El abstencionismo en la elección de 1998 aumentó a un 30%, 11 puntos porcentuales más que cuatro años antes cuando fue del 19%, un alarmante incremento en la apatía.

La historia también nos enseña que el comportamiento ciudadano se puede modificar positivamente. En 1961 se reformó la Constitución y se aumentó la cantidad de diputados de 45 a 57. Este cambio, pudo haber mejorado en sentimiento de representatividad en los electores y, quizá, ayudó a elevar la participación.

Como insumos al debate propongo, por ahora, las siguientes reformas (cuyos detalles he comentado en otras ocasiones y hoy resumo aquí).

  1. Establecer el método Webster/Sainte Laguë tanto para distribuir escaños a las provincias después de cada censo como para asignar curules a los partidos tras cada elección.
  2. Sustituir la segunda ronda electoral para presidente por una sola votación preferencial clasificada (RCV – Rank Choice Voting, por sus siglas en inglés, también conocida como segunda vuelta instantánea). Esto, además de reducir costos, fomentaría que las campañas apelaran al centro en lugar de a los extremos ideológicos.
  3. Establecer tantos distritos electorales en cada provincia como escaños tenga. El TSE definirá estos distritos buscando paridad entre la población y la afinidad geográfica. La cantidad de curules que obtenga un partido dependerá del total de votos recibidos en la provincia. Quién resulte electo dependerá de la votación individual recibida por cada candidato en su distrito. (Ver Trejos-Mazariego 2018). Así, los votantes sabrán quién los representa y este último gracias a quienes llegó a donde está.
  4. Aumentar la cantidad de representantes en el Congreso. Solo como referencia, apunto que, si hubiésemos mantenido la fórmula de la Constitución de 1949 de 30.000 habitantes por representante, hoy tendríamos 175 escaños. (Ver Abril Gordienko 2019). Un mayor número de representantes permitiría optimizar la representatividad de los habitantes de cada provincia, así como hacer más “justa (equitativa)” la distribución de curules entre los partidos tras cada elección.

Ninguna enfermedad, menos el cáncer, se cura fácilmente. Las propuestas anteriores, como la quimioterapia y radiación, no resolverán sin dolor todas las deficiencias de nuestra averiada democracia. Sin embargo, creo que podrían revertir la aterradora tendencia y evitar un trágico desenlace.

alejandro@lecheriasantos.com

El autor es productor lechero.











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