El Grupo de Teatro Experimental de la CCSS: un proyecto cultural con objetivos claros
En 1965, la institución gubernamental apostó por el teatro como un medio privilegiado para acercarse a sus asegurados.
En el año 1965 la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), en el marco del “Plan general de relaciones con los asegurados”, decidió apostar por el teatro como uno de los mejores medios para lograr sus propósitos. En el siguiente texto, la institución justificaba así dicha intención:
“La CCSS, consciente de que su misión como institución de la seguridad social en Costa Rica traspasa los linderos de las prestaciones médicas y sociales que le corresponde cumplir por mandato constitucional, quiere contribuir al fortalecimiento cultural y moral de nuestro pueblo, segura de que con ello marcha tras la consecución de objetivos que paralelamente ansía nuestra sociedad, ya en su lucha por la superación colectiva, ya en la conquista de la felicidad individual”.
El compromiso que asumió la escritora Carmen Naranjo Coto con ese proyecto fue fundamental. Bien desde la secretaría general o desde la subgerencia administrativa de la CCSS, luchó por darle su lugar al teatro como fuente de crecimiento cultural. Conocía que en esa entidad había gente experimentada en los escenarios y pronto se tuvo un conjunto de adeptos para iniciar la misión.
El grupo que debutó en la primera puesta en escena, una pieza de Miguel Mihura titulada Nadie sabe para quién trabaja (subtitulada para la ocasión como Melocotón en almíbar), estuvo conformado por Lupe Pérez Rey, Nazira Naranjo R., Mayra Soto H., Andrés Montero P., Jorge Rodrigo Cubillo M., Fernando Angulo G., José R. Ochoa S., Roberto González S.; y como ayudantes de escena (luces, sonido y elementos escenográficos): Carlos E. Pérez, Marco Tulio Vargas (quien también actuará más adelante) y Salomón Rodríguez. Dirigió la obra Juan Luis de Abate Jiménez (John de Abate), profesor español de la Escuela de Biología de la UCR, gran conocedor del teatro.
La pieza de Mihura se estrenó el 26 de febrero de 1966; luego se presentó en varias clínicas periféricas de San José; en escuelas de la provincia de Cartago, en el Liceo José Martí de Puntarenas y otros lugares. A muchos otros cantones fuera de la capital llegó el teatro gracias a la CCSS y a sus “artistas”. Al respecto, Norma Loaiza, desde La Nación, señaló que se había iniciado una actividad plausible, como era “dar a conocer a asegurados y no asegurados un mundo nuevo que les ayudará positivamente a formarles un gusto estético y de apreciación más refinados de los valores del pensamiento y del espíritu”.
Con el tiempo, muchos otros funcionarios de la institución, e incluso personas ajenas, se fueron sumando en las distintas temporadas (doce en total). Así, el público pudo disfrutar no solo de Nadie sabe para quién trabaja, sino de las obras que siguieron: El oso y el pedido de mano, de Antón Chéjov; Astucia femenina, Fermín y ¿Qué le pasó a Victoria Eugenia?, de Lupe Pérez Rey; Escena de humor, de Noel Clarasó; Los pocos sabios, de Alberto Cañas; La fuga en la jaula, de Horacio Ruiz de la Fuente; La tentación va de compras, de Jorge Llopis; Madame Verdux, de Adrián Ortega; La visita que no tocó el timbre, de Joaquín Calvo Sotelo; A las seis en la esquina del boulevard, de Enrique Jardiel Poncela; Qué hombre tan simpático, de Arniches, Paso, Estremera y Linares Becerra; Los frescos, de Muñoz Seca; y El nuevo servidor, de los hermanos Álvarez Quintero.
Para que los nombres de quienes integraron los elencos no queden en el olvido, aunque no podemos ser exhaustivos por razones de espacio, agregamos a los ya citados a: Marta Retana, José Carmelo Álvarez, José Daniel Madrigal, Claudia Chavarría, Carmen María Rucavado, Mequi Vives, Cecilia Acosta, José Antonio Murillo, Carmen Ruiz, Leticia González, Ligia María Ojeda, Arturo Robles A., Deyanira Alpízar, María Teresa Loaiza, Vilma María González, Rafael Villegas A., Carlos Umaña N., Nora Molina C., Franca Borsani C., Olga Grossi C., María Josefa Reyes, Victoria Núñez, Dinorah Carvajal, Carmen Moreno, Francisco Picado, Danilo Ugalde, Fabio Marín, Armando Mora, José Alberto Flores G., Eduardo Salas U., Jorge Ulises Araya, Sigifredo Solís, Flor de María Benavides M., Eugenia Céspedes B., Flor de Luz Leiva, Fabio Villalobos, Edgar Cordero y Belkis Zeledón P.
Cuando De Abate se fue del país, Roberto Desplá asumió la dirección del grupo desde la tercera temporada y hasta el final (también actuó e hizo de maquillista); la segunda temporada la dirigió Larry Reed, integrante del Cuerpo de Paz, asesorado por Daniel Gallegos Troyo.
A riesgo de ser injusta, dos nombres debo destacar: Roberto González Salas, por cuanto actuó desde la primera hasta la última de las piezas y dejó una memoria escrita de la vida de la agrupación, hoy valiosísima para reconstruir un momento de la historia teatral del país. Y José Luis Arias Fernández, decorador de importantes tiendas capitalinas y no funcionario de la CCSS, quien desinteresadamente colaboró con el grupo en todos sus montajes.
La vida de esta importante agrupación se extendió desde 1965 hasta 1973, cuando –según lo indicado por Roberto González S. – “la Gerencia Administrativa de ese entonces nos comunicó que no se aprobaría la partida presupuestaria para esas actividades”.
Lamentable decisión, porque ya el grupo estaba preparando nuevas obras. Sus integrantes hicieron esfuerzos para continuar de manera independiente, e incluso el licenciado Miguel Lizano Sáenz medió para que se pudiera conseguir apoyo institucional; pero no se logró.
Aun así, aunque con un grupo más reducido, llegaron hasta 1977, cuando participaron en el Festival Fernando Naranjo, que tuvo lugar en la Unidad de Prestaciones Sociales. En esa oportunidad obtuvieron el primer lugar, con el que coronaron el esfuerzo de más de diez años de trabajo ininterrumpido en los escenarios.
Los comentarios favorables que cosechó esta agrupación a lo largo de su vida fueron abundantes y cada vez más comunidades solicitaban su presencia. En 1967, la periodista Myriam Francis expresó que este grupo era ya “ampliamente conocido en los círculos artísticos del país”, y formaba una verdadera “embajada cultural de esta prestigiosa institución que es la Caja Costarricense de Seguro Social”.
Evidentemente eran otros tiempos.