Retorcida realidad
Es preocupante que en una encuesta tan seria como la del CIEP el gobierno aparezca calificado de ‘mentiroso’ o ‘corrupto’.
Las palabras “mentiroso” y “corrupto” se asoman en las encuestas de opinión sobre la gestión del gobierno de Rodrigo Chaves. Aparecieron en setiembre, en la última del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), en la que quienes consideran que el mandato presidencial empeoró lo achacan, precisamente, a la falta de credibilidad, que no les inspira confianza o los decepcionó.
Son ciudadanos que esperaban un cambio en la forma de gobernar, pero al final califican a la administración como más de lo mismo, en apenas 18 meses de mandato, en el cual el apoyo ciudadano se desplomó 22 puntos (del 79 % al 57 %).
Este elemento debe ser un llamado de atención para que la cúpula gubernamental decida comprometerse con la transparencia en el manejo del dinero y contratos públicos. También, es momento de que renuncie a convertir la distorsión del mensaje en la regla. Torcer la realidad dará réditos inmediatos, pero a mediano plazo tendrá graves consecuencias en la confianza pública y el sistema político.
Ejemplos sobre cómo se manipula la realidad abundan. Se retorció cuando minimizó la crisis de homicidios y la atribuyó a “algunos medios” o cuando se usó a Hacienda para denunciar un “megacaso” de evasión fiscal con base en lo que decía un don nadie en TikTok. Caso parecido ocurrió con los pretextos para aniquilar los programas de educación informática de la Fundación Omar Dengo y el de atracción de inversión extranjera de la Coalición de Iniciativas de Desarrollo. Suposiciones, ni un solo criterio técnico.
Se disfraza con excusas la ola de asesinatos en este 2023, el más sangriento de todos; se disimulan los decomisos de cocaína camuflados por narcotraficantes en exportaciones a Europa; se alardea de que no hay más ticos con corona, cuando las contrataciones del Sistema Nacional de Radio y Televisión y el Banco Centroamericano de Integración Económica reflejan lo contrario.
Son excesivas las contradicciones entre discurso y realidad, y se intenta normalizarlas. Lo cierto es que, como dejan ver las encuestas, son cada vez más los ciudadanos que logran captar las pinochadas detrás de los mensajes aderezados con promesas y florituras políticas.
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El autor es jefe de Redacción de La Nación.