Editorial: Explicación peligrosa
Si el PLN no hubiera prestado sus votos a la reforma para limitar la reelección de alcaldes, no habría perdido 14 municipios este fin de semana, dice un sector del liberacionismo.
La más peligrosa explicación del golpe asestado por los electores en todo el país al Partido Liberación Nacional en las elecciones municipales del domingo es, también, la más repetida: si la agrupación no hubiera prestado sus votos a la reforma para limitar la reelección de alcaldes, no habría perdido 14 municipios este fin de semana.
Probablemente sea cierto, pero el argumento refleja la miopía responsable del paulatino deterioro del partido desde, cuando menos, el 2014. Preservar la reelección indefinida habría permitido revalidar el mandato de varios alcaldes liberacionistas. No sabemos cuántos, pero la ventaja de competir desde el poder, además de los lazos creados con individuos y organizaciones en las comunidades a lo largo de los años, facilitan el éxito electoral en la política local.
No obstante, el país estaba harto de ese círculo vicioso, y preservarlo, sobre todo después del caso Diamante, habría tenido un alto costo político. El PLN pudo haber salvado algunas alcaldías en el proceso recientemente concluido, pero se habría infligido una herida más en el amplio escenario de la política nacional. Negarse a limitar la reelección, para imponer las mismas recetas, sin propósito de enmienda o regeneración, habría sellado la suerte, de cualquiera forma incierta, de la otrora dominante agrupación.
El PLN ganó 59 de los 81 cantones existentes en el 2006, los mantuvo en el 2010 y bajó a 50 seis años más tarde. Ya para el 2020 perdió otros 7, mucho antes de la aplicación, este año, de las limitaciones a la reelección. La pérdida de 14, este año, se produce aunque el número de cantones aumentó a 84. Entre el 2010 y el 2024, la presencia del partido en las alcaldías se redujo en más de la mitad, de 59 a 29.
¿Cuántos alcaldes habría conseguido el PLN si la reforma electoral no hubiera cobrado vigencia? No todos los alcaldes imposibilitados de postularse por la nueva ley habrían triunfado en ausencia del impedimento. Solo cinco de los ocho alcaldes liberacionistas habilitados para la reelección la consiguieron. Si la proporción se hubiera mantenido en el caso de los no reelegibles, el liberacionismo de todas formas habría perdido terreno.
En muchos casos, el alcalde no elegible fue sustituido en la papeleta por el vicealcalde u otro funcionario de larga trayectoria en la municipalidad. En esos cantones, el esfuerzo electoral no partió de cero y, aun así, quedó corto. El caso más notable es San José, donde Johnny Araya Monge, alcalde de décadas, no podía ser reelegido, y en su lugar se postuló el vicealcalde Mario Vargas Serrano, con más de 35 años en la municipalidad, donde incluso fungió como alcalde entre el 2001 y el 2003.
Vargas ocupa el cargo de segundo vicealcalde desde el 2016. No es una cara nueva para el electorado capitalino y aspiraba a ser elegido desde la posición de fuerza de estar en el poder, pero eso no alcanzó para evitar la victoria de un joven regidor a la cabeza de un partido cantonal.
Las lecciones del 2024 para los liberacionistas podrían perderse entre las recriminaciones y justificaciones poselectorales si, una vez más, los liberacionistas evitan mirarse al espejo sin ánimo de disimular las imperfecciones. El partido, como también lo había hecho la Unidad Social Cristiana, tomó el camino equivocado de la municipalización, y sus alcaldes cobraron un poder suficiente para modificar los estatutos según sus intereses y constituir los concejos en antesala de la Asamblea Legislativa.
Los últimos traspiés pueden ser una oportunidad para devolver al PLN su vocación de partido político nacional, libre de los lastres que le impiden salir adelante desde hace muchos años. Por ahora, el tono de la discusión no permite vaticinarlo.