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smi24.net
La Nacion Costa Rica
Апрель
2024

Lamento desde el extranjero

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El líder fuerte no es aquel que grita para ser escuchado ni amenaza para ser respetado.

Son las dos de la tarde en Montreal y me dispongo a almorzar, como de costumbre. Decido acompañar la comida con las noticias de mi país.

Los titulares, unos más brutales que otros, comienzan a conmoverme, los números en rojo me quitan el apetito y las imágenes desgarran mi alma.

Converso con mis allegados, y ellos también están sorprendidos por lo que pasa. “Se fue en el mejor momento”, me dicen varios. Ayer, en una escuela; hoy, en un tribunal.

Suelto el teléfono y me conmuevo, sigo sin creer la realidad. Para mayor inri, investigo un tanto más. Titulares van, titulares vienen, no me enfoco en el suceso, pues el daño está hecho, sino en las acciones, en las soluciones.

Para mi tristeza —que me motivó a escribir—, encuentro lo siguiente: recortes del presupuesto para seguridad, decomisos diezmados y un sinfín de dimes y diretes, y ataques burdos —por no decir berrinches— que eluden la responsabilidad.

El día que escribo, no escucho un compromiso de quien elegimos, del que en buena teoría nos representa. Evoca a su dios en cada tragedia, el mismo que nos libra de todo mal, sin saber que el mal ya lo tenemos.

El vértigo se apodera de mí al escuchar de nuestros líderes vulgares acusaciones, su lenguaje y arrogancia, como si de mesías se tratara; aquellos que se proclamaban invencibles y comebroncas son de barro y sucumben ante neofilibusteros que nos roban la paz y la juventud, y manchan nuestra nación de sangre y violencia.

¿Será que se empacharon por ingerir las broncas? La cantidad de evasivas del Ejecutivo no demuestra más que una horrible, terrible y nefasta capacidad que va más allá de lo político.

Sus discursos pretenden dividir la sociedad, su mensaje disruptivo no es más que un enfermizo sentido de superioridad que mata al país, nos instala una normalización y glorificación mesiánica de aquel que se comporta como tal, sin darnos cuenta que oculta tras su fachada poca autocrítica y falta de compromiso con la tarea asignada.

Poderes más que divididos, enemistados, por arrogancia e insultos que no vienen al caso, chistes como si de un circo se tratara y amenazas tan desatinadas que no representan ni hacen justicia a lo que somos como país.

El líder fuerte no es aquel que grita para ser escuchado ni amenaza para ser respetado, sino aquel que, con educación, corrige; con humildad, escucha; y con firmeza, actúa.

Soy consciente de que a lo largo de los años ha crecido el descontento hacia la política, de ahí que el discurso agresivo y contra el establishment sedujera e hiciera confiar en la imagen de un semidios que, como dije anteriormente, posee forma, pero no fondo.

Se necesitan más que insultos y gritos desmedidos para gobernar un país. No lo digo yo, lo dicen las estadísticas. El tiempo pasa y el enemigo conquista a diestra y siniestra nuestro territorio. Cuantos más insultos van, mayores armas se cargan. Mientras él señala, otros apuntan. Mientras él grita, sangre es derramada. Mientras él ignora, familias son separadas.

Nuestro pasado no está basado en el lenguaje soez ni en las amenazas, ni tiene por qué convertirse en un campo de batalla verbal entre pares.

Es un lugar de entendimiento, trabajo, respeto, educación, diplomacia y, sobre todo, responsabilidad. Quiero creer, desde lo más profundo de mi ser, que somos más que eso.

Quiero creer que mi país no se deja arrodillar ante la violencia, la crisis educativa, el debilitamiento de las instituciones del Estado y de los poderes; que aunque vienen años sumamente difíciles lograremos sacar la tarea con quienes quieran ver una Costa Rica pacífica, educada y tolerante, mas no sumisa ni pasiva, sino abierta al diálogo y con un sentimiento genuino de responsabilidad social, con respeto a la diferencia ideológica, étnica, religiosa.

Ese es el discurso con el cual Costa Rica se forjó. No dejemos que una realidad narcisista, vulgar e informal sea la nueva regla con la que deba gobernarse ni la manera de elegir a nuestros gobernantes.

jp27naranjoh@gmail.com

El autor es administrador de empresas.

El líder fuerte no es aquel que grita para ser escuchado ni amenaza para ser respetado, sino aquel que, con educación, corrige; con humildad, escucha; y con firmeza, actúa.










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