¿Cómo un expolicía estafó a McDonald’s por $24 millones usando la promoción de Monopoly en la Cajita Feliz?
Por décadas, McDonald’s trabajó para convertirse en una de las cadenas de hamburguesas y comidas rápidas más reconocidas a nivel mundial. Con presencia en más de 119 países, la empresa desarrolló un sistema operativo eficaz y fácil de escalar, que asegura la misma calidad en sus productos en cualquier parte del mundo.
En la década de los 80, McDonald’s lanzó una de sus campañas más famosas para impulsar las ventas, contratando en 1985 a Simón Marketing, la agencia responsable de la cajita feliz. Fue en 1987 cuando McDonald’s anunció una campaña inspirada en el Monopoly. Para esta versión del juego, los clientes tenían que reunir pegatinas que conseguían en las diferentes compras, las cuales equivalían a las tarjetas de propiedad del juego original.
Los participantes necesitaban completar las series de tarjetas del mismo color para acceder a diversos premios. Los más fáciles consistían en comidas o bebidas gratis, mientras que los más valiosos incluían videojuegos, entradas para espectáculos, cruceros de lujo, autos deportivos, casas y hasta $1 millón.
La campaña fue un éxito rotundo en Estados Unidos, incrementando significativamente las ventas y prolongándose por más de 20 años, replicándose en varios países del mundo.
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Sin embargo, en Estados Unidos, la ley prohíbe que una empresa gestione sus propios sorteos para evitar fraudes. Por ello, McDonald’s delegó esta tarea en Simon Worldwide, de Simón Marketing, quien a su vez contrató a Dittler Brothers, una imprenta especializada en actividades con estrictos protocolos de seguridad.
Las tarjetas ganadoras se imprimían y se introducían en sobres con sellos de seguridad, transportados en un maletín que requería dos claves: una del jefe de seguridad de Simón Marketing y otra del jefe de Dittler Brothers.
El responsable de la seguridad de estas tarjetas era Jerome Jacobson, un expolicía que había dejado la fuerza por una lesión en la muñeca y había ascendido rápidamente en la campaña de McDonald’s. Jacobson era conocido por su honestidad y su obsesión con el trabajo, revisando minuciosamente a los empleados para evitar robos de tarjetas y cortando personalmente las tarjetas con los premios de mayor valor para distribuirlas por el país.
La década de los 80 en Estados Unidos fue una época marcada por la ambición y la avaricia, factores que contribuyeron al éxito de la campaña. Sin embargo, Jacobson aprovechó su posición para quedarse con las tarjetas premiadas sin que nadie lo notara. La estafa comenzó a descubrirse cuando Jacobson regaló a su hermanastro una tarjeta con un premio de $25.000.
Sin embargo, la estafa se descubrió cuando el carnicero de su barrio se enteró de que Jerome Jacobson era el responsable de seguridad de la campaña de McDonald’s y le pidió ser el ganador de un premio. Jacobson le advirtió que sería sospechoso que él ganara, pero le sugirió buscar a un amigo lejano para reclamar $10.000 a cambio de $2.000 para él.
En 1995, la estafa de Jacobson se expandió. Como él y su familia no podían cobrar los premios, empezó a buscar gente para entregarles las tarjetas a cambio de un porcentaje. Pronto se alió con Gennaro Colombo, un mafioso de Nueva York. Colombo reclamó un automóvil Dodge Viper y participó en la publicidad de McDonald’s como ganador. A cambio, Colombo consiguió nuevos “clientes” para Jacobson, quien distribuyó una cantidad significativa de tarjetas premiadas, cobrando un porcentaje de cada premio.
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La estafa cayó en el año 2000, cuando un informante anónimo contactó al FBI, alertando sobre irregularidades en la campaña de McDonald’s. La empresa comenzó a investigar a los últimos ganadores y descubrió varias anomalías en la entrega de premios.
Confirmada la estafa, el FBI montó una operación señuelo con dos premios de un $1 millón cada uno. Jacobson preparó un nuevo fraude, pero el FBI ya tenía la identidad de los implicados y los monitoreó durante semanas, grabándolos y descubriendo sus planes para cobrar los premios.
En agosto de 2001, el FBI arrestó a Jacobson y a ocho personas más. Se descubrió que durante más de 12 años no hubo ningún ganador real de los grandes premios de la campaña; todos los ganadores estaban involucrados en el fraude ideado por Jacobson. McDonald’s estimó que el dinero robado ascendía a $24 millones.
Los detenidos recibieron una oferta de rebaja de pena a cambio de confesar y devolver el dinero obtenido ilegalmente. Jerome Jacobson fue hallado culpable del fraude y condenado a 104 años de cárcel.