Editorial: Peligrosa apuesta fiscal en Estados Unidos
Coincidiendo con el aniversario 249 de la independencia estadounidense, el presidente Donald Trump firmó el viernes una masiva ley presupuestaria cuyo impacto se hará sentir con fuerza, esencialmente para mal, en varios ámbitos de la vida nacional. Al bautizarla oficialmente como Big Beautiful Bill (BBB, o “gran y bella ley”), puso de manifiesto no solo su preferencia por la hipérbole, sino también la enormidad y complejidad del texto de 940 páginas.
Su aprobación, en medio de grandes dudas u oposición entre los legisladores, y pese a un rechazo popular mayoritario, constituye un gran triunfo político y legislativo para el mandatario. El contenido, sin embargo, es fiscalmente irresponsable, socialmente regresivo y estratégicamente miope. Además, podría convertirse en un búmeran para su Partido Republicano hacia las elecciones de medio periodo, en noviembre del próximo año.
De nuevo, Trump logró demostrar que controla a sus legisladores, ligeramente mayoritarios en ambos cuerpos legislativos. Muchos, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, manifestaron serias reservas, y hasta hostilidad, hacia aspectos claves de la legislación. Los más conservadores objetaban su enorme impacto deficitario; los más populistas o políticamente sensibles, su debilitamiento de programas sociales.
Al final, apenas tres senadores y dos representantes oficialistas votaron en contra, y no fueron suficientes para que, sumados al disciplinado rechazo de los demócratas, lograran evitar la aprobación, por muy estrecho margen.
La nueva ley dará carácter indefinido a la reducción de impuestos –aprobada durante la primera administración de Trump–, que habría vencido este año. Sus principales beneficiarios han sido y seguirán siendo las grandes corporaciones y las personas de altos recursos. Las de menores ingresos se beneficiarán apenas marginalmente, salvo quienes reciban una parte de ellos mediante propinas u horas extras, que serán exoneradas. Sin embargo, los recortes que comenzarán a aplicarse a los programas sociales son tales que el efecto neto resultará altamente negativo para millones de personas. De aquí el carácter regresivo de la nueva legislación que, en esencia, implica una transferencia monetaria de los que menos tienen a los más adinerados.
El impacto será particularmente severo en el programa Medicaid, que brinda seguros de salud a quienes no pueden costearlos. Según la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés), sus recortes dejarán por fuera del programa a 11,8 millones de personas de aquí al 2034, debido a los nuevos requisitos que se impondrán para acceder a él. Algunas estimaciones fijan la cifra en 17 millones.
Además, se recortarán los aportes federales a los gastos en salud de los estados, y comenzará un proceso progresivo para la reducción o eliminación de los cupones de alimentos que se distribuyen entre los 40 millones de hogares más pobres.
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Otro blanco de recortes serán los subsidios y estímulos otorgados durante la presidencia de Joe Biden a proyectos para impulsar las energías renovables, uno de los sectores económicos más importantes para el futuro. Es decir, se abandonará una ruta para que el país se coloque en el pelotón de punta de la innovación energética, al tiempo que el gobierno estimula el uso de hidrocarburos: una ecuación sin sentido estratégico.
Estos y otros recortes, sin embargo, no podrán compensar el impacto deficitario por la caída de ingresos debido a la perpetuación de los recortes impositivos –estimada en $4,5 billones (millones de millones) a lo largo de la década– y los incrementos en otras partidas, sobre todo para gastos militares, protección fronteriza y combate de la migración. Por ejemplo, se incluyen $45.000 millones para el muro fronterizo con México y un monto similar para centros de detención de migrantes.
Tampoco el alza de aranceles a las importaciones, que aún no hay certeza de cómo quedarán, será capaz de aportar suficientemente al balance de las cuentas.
Como resultado, la CBO estima que el déficit fiscal, ya de por sí extremadamente alto, añadirá $3,3 billones a la deuda federal a finales del 2034, y que la relación entre déficit y producto interno bruto (PIB) pasará de casi un 120%, en la actualidad, a 130% entonces.
El balance de estas y otras medidas contenidas en la BBB es esencialmente negativo, y su impacto será más marcado entre los sectores de mejores recursos, que fueron clave para el triunfo de Trump en las elecciones del pasado año. Aparte de que ya ha demostrado gran desdén por la disciplina fiscal y la equidad, quizá el presidente piense que la adhesión de esos grupos es tan emocional que difícilmente se debilitará, aunque se vean perjudicados. Es una apuesta política muy riesgosa, que sin duda será aprovechada al máximo por la oposición demócrata. Falta, sin embargo, casi año y medio para medir sus efectos, por lo que no es posible formular predicciones.