El millonario que no era millonario: prometía grandes donaciones, pero tras su muerte se reveló que eran un fraude
En marzo, la Ópera del Museo Metropolitano de Arte (Met) de Nueva York anunció con entusiasmo que recibiría una donación histórica de $15 millones. El dinero sería destinado a construir un bar exclusivo en el sótano del edificio.
Incluso planeaban nombrar el espacio en honor a su benefactor: Matthew Christopher Pietras. Pero en mayo, la muerte repentina del donante y la aparición de señales de fraude truncaron el proyecto.
La institución tuvo que recurrir a su propio fondo de donaciones luego de confirmar que la millonaria suma nunca se concretaría. Bancos alertaron sobre movimientos sospechosos relacionados con la donación.
La causa de muerte de Pietras no ha sido divulgada oficialmente. Se habla de un posible suicidio o una condición cardíaca.
La historia con el Met no comenzó este año. Desde 2018 y 2019, Pietras entregó pequeñas sumas entre $5.000 y $6.499. Durante la pandemia elevó las cifras a montos que alcanzaban $99.999. Además de los aportes, solía invitar a grupos de entre 20 y 30 personas a las funciones y cubría todos los boletos.
Una estrategia similar aplicó en el museo Frick Collection, también de Nueva York, donde su primera donación, también en 2018, fue de apenas $1.750. Años más tarde, sus aportes ascendieron a casi $100.000. Asistió al menos a 14 galas en el lugar y siempre lo acompañaba una numerosa comitiva. Su nombre quedó grabado en uno de los muros del museo.
A pesar de su vida rodeada de lujos como jets privados, vuelos en helicóptero, cirugías estéticas y abrigos de piel, en realidad Pietras tenía un modesto cargo como asistente personal. Trabajaba para Courtney Sale Ross, viuda del fundador de Time Warner, y para Greg Soros, hijo del multimillonario George Soros.
El acceso que tenía a los documentos, agendas y cuentas bancarias de ambos le permitió llevar un estilo de vida que no podía costear. Investigaciones de medios como Air Mail y New York Magazine indican que Pietras robaba dinero a sus empleadores y en algunas ocasiones incluso se hacía pasar por Soros para ejecutar transferencias.
Su fallecimiento coincidió con el momento en que los bancos detectaron irregularidades en el intento de formalizar la millonaria donación al Met. El supuesto benefactor, que logró forjar una imagen de filántropo adinerado, sostenía su vida mediante un complejo esquema de suplantaciones y robos.
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