El ‘arroz con mango’ educativo: tecnología sin didáctica
Vivimos una época extraña en la educación. Una mezcla desconcertante de pantallas, libros, plataformas, reformas, aplicaciones, cuadernos, inteligencia artificial (IA)… y confusión.
En Costa Rica y en muchos países, la escuela parece estar atravesando una era de “arroz con mango”: todo junto, todo revuelto, sin criterio claro. Y en medio de ese enredo, se nos está olvidando algo esencial: la clave no es el libro, ni la pantalla, ni el dispositivo. La clave es la didáctica.
Hemos puesto proyectores, computadoras y conexión en muchas aulas. Incluso ya se empieza a hablar de ChatGPT en secundaria. Pero, ¿para qué? Porque si la tecnología es solo para proyectar un PowerPoint y seguir dictando lo mismo, o para pasar un video y “rellenar la clase”, entonces no hemos cambiado nada.
Seguimos enseñando como hace 20 años, solo que con unos cuantos cables más.
Aquí conviene hacer una distinción básica que rara vez se explica con claridad. Pedagogía no es lo mismo que didáctica.
La pedagogía piensa la educación: se pregunta para qué, para quién, con qué sentido. La didáctica se ocupa de cómo hacerlo realidad: cómo se enseña, con qué estrategia, en qué orden, con qué herramientas.
En otras palabras: la pedagogía orienta; la didáctica camina. Y lo que está fallando desde hace mucho rato es nuestra manera de caminar. El Ministerio de Educación Pública camina, pero no sabe hacia dónde; su inercia institucional centralizada deja a su paso miles de estudiantes excluidos y docentes desmotivados.
En Costa Rica hemos digitalizado sin repensar la enseñanza. Hemos confundido “modernización” con “tecnificación”. Le pusimos Internet al aula, pero no actualizamos la forma de enseñar. Y ahora que aparece la inteligencia artificial, muchas instituciones reaccionan con lo de siempre: prohibir, bloquear, temer.
Pero lo urgente no es prohibir ChatGPT. Lo urgente es adaptar nuestra didáctica. Formar a los docentes para guiar, no para repetir. Para usar las herramientas con juicio, no para que sustituyan su propio criterio.
La tecnología no es el problema. El problema es cómo se enseña con ella. O peor aún: cómo se enseña sin cuestionarla.
Y aquí, otra pregunta que no estamos haciéndonos con suficiente seriedad: ¿Se están formando bien nuestros futuros educadores? ¿Saben planear una secuencia didáctica? ¿Saben usar recursos sin depender de ellos? ¿Tienen claro el para qué de su profesión?
Muchos sí. Otros no. No por falta de vocación, sino por la desconexión entre teoría y práctica, por carreras que aún repiten discursos sin aterrizarlos en el aula real. Además, algunas universidades privadas gradúan educadores en tiempo exprés, provocando un enorme daño en las aulas, pero obteniendo ganancias a través de formar a maestros y profesores.
¿La famosa prueba de idoneidad docente será la solución para el grave problema de didáctica que tenemos? ¿Cómo se mide la vocación docente? ¿Y qué pasa con la idoneidad de los directores de las escuelas y colegios? ¿Qué ganaremos con filtrar educadores si las cabezas del sistema se seguirán escogiendo por mecanismos distintos? Esto involucra al Consejo Superior de Educación, los puestos de confianza, las direcciones regionales y los supervisores.
¿Los 27 equipos pedagógicos de las direcciones regionales tienen clara la diferencia entre pedagogía y didáctica? ¿Promueven innovación en las escuelas y colegios a su cargo?
Y quienes llevan años enseñando, ¿tienen espacios para actualizarse? ¿Tienen tiempo, recursos, reconocimiento? Se les exige sin escucharlos. Se les juzga sin apoyarlos. Se les pide innovación en solitario.
Por eso, no es justo culpar al docente cuando el sistema le ha soltado la mano. Y tampoco es justo culpar a “la pantalla” como chivo expiatorio. Porque no es la herramienta lo que falla, sino el modelo didáctico que la sostiene o la desperdicia.
La crisis no es solo pedagógica; es también política. Porque una sociedad que no invierte con seriedad en la formación docente, que permite que se gradúen educadores en tiempo récord, y que desoye a quienes piensan y enseñan con criterio, no está modernizando la educación: está condenándola a repetir sus errores solo que con mejor conexión a Internet. Necesitamos una nueva alianza entre pedagogía, ética pública y visión de futuro.
Necesitamos menos consignas y más formación; menos miedo a lo nuevo y más criterio para usarlo. Menos “arroz con mango” y más claridad. No se trata de elegir entre el libro de texto o la aplicación de moda. Se trata de enseñar con sentido.
rmoragoni@hotmail.com
Rafael Mora Goñi es educador.