Bryan Ruiz y el partido que juega junto a Carolina Jaikel contra el cáncer
Bryan Ruiz y su esposa, Carolina Jaikel, sin proponérselo, provocan una profunda reflexión. El fútbol, ese deporte que apasiona, moviliza a millones y a menudo saca lo mejor —pero también lo peor ― de las personas, con frecuencia nos lleva a perder de vista que los jugadores, técnicos y dirigentes son, ante todo, seres humanos con vidas más allá de la cancha, como usted, o como yo.
La decisión de Bryan Ruiz de renunciar a Liga Deportiva Alajuelense no obedeció a nada de lo que algunas personas especularon, sin tener ni la más mínima noción de qué pasaba.
No tenían por qué saberlo, pero tampoco existe justificación alguna para inventos. Hoy todo está claro, y qué pena por quienes hablaron sin saber.
Pero más allá de esa falta de respeto, sin querer queriendo, Bryan nos hace meditar. Muchas veces se nos escapa del radar y reaccionamos hasta que ocurre una situación que nos lleva a ser protagonistas de un aterrizaje sin paracaídas, pero que en realidad debería ser como un código de camerino innegociable: la familia siempre es lo primero.
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El capitán, el asistente técnico, el entrenador de los cachorros de Alajuelense da una lección de prioridades, de amor y de saber discernir qué batalla realmente importa.
Cuando la Liga anunció la salida de Bryan, las especulaciones no se hicieron esperar. El mundo del deporte a menudo es implacable con las decisiones personales que se toman en silencio.
Las redes sociales y hasta algunos “profesionales” en comunicación se llenaron de juicios y teorías sin fundamento, omitiendo que él necesitaba respeto a su privacidad.
Porque la versión de que él no seguía por motivos personales no era un cuento. Y si alguien no lo creía, al menos debía hacer el ejercicio correcto de averigüar antes de desinformar. Y eso habría evitado habladurías.
Hoy, gracias al valiente testimonio de Carolina Jaikel, la magnitud de la decisión de Bryan Ruiz se entiende por completo. Él simplemente hizo lo que debía, lo que su corazón dictaba y explica el partido en el que está.
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Ella necesitaba tiempo y espacio para asimilarlo todo, hasta que el 4 de agosto compartió en su cuenta de Instagram la noticia que cambió sus vidas: el 30 de junio, a Carolina le diagnosticaron cáncer de pulmón con metástasis ósea.
Dos días después de eso, Alajuelense anunció que Bryan Ruiz no continuaba en el club por motivos personales. Su nombre por sí solo está ligado al fútbol. Y volverá en su momento, cuando esto sea una prueba superada por ellos.
No era el figurón, el capitán de la Selección Nacional, la estrella considerada un ídolo del Twente, ni el hombre formado en el ADN de Alajuelense quien se hacía a un lado.
Era simplemente un esposo, un compañero, un hombre que se enfrentaba a la incertidumbre y al miedo más profundo al ver a la persona que ama derrumbarse ante una noticia que nadie jamás espera.
El silencio de Bryan en todos estos días no fue un acto de debilidad, sino de fortaleza. Era el silencio de un hombre concentrado en la verdadera batalla.
No se trataba de anotar un gol, levantar un trofeo o ganar un partido. Ni siquiera tenía sentido que pensara en todas esas barbaridades que desafortunadamente y sin razón se decían de él, y que ya no vienen al caso.
Porque en su liderazgo innato como capitán, a pesar de que ya tenga algún tiempo retirado, eso nunca va a cambiar. Y lo primordial era que la sensatez le ganara a la angustia y al miedo para tomar decisiones correctas.
Bryan siempre supo lo que tenía que hacer, porque se trata de la vida de su esposa, de la estabilidad de su familia. Ante la enfermedad, Bryan no titubeó ni un segundo en cuál era el partido que tenía que jugar y, junto a Carolina, está decidido y convencido de que lo ganarán.
La historia de la esposa de Bryan Ruiz es un testimonio de resiliencia y fe. También de esperanza para quienes atraviesan por algo similar.
En medio del terror y la angustia, ella encontró hilos de amor: la coincidencia de un médico, el apoyo de amigos, la telaraña de amor que se tejió a su alrededor. Y, en esa búsqueda, halló algo mucho más grande que las respuestas médicas: una conexión profunda con Dios.
La lección que nos deja esta situación es clara. Antes de juzgar, especular o decir cualquier barbaridad, debemos recordar que detrás de cada figura pública hay una persona.
Y que, a menudo, las decisiones más importantes de la vida no se toman en el campo de juego, sino en la tranquilidad de un hogar, al lado de las personas que uno ama.
Bryan Ruiz demostró que la verdadera capitanía no se mide por las cintas que se llevan en el brazo, sino por el compromiso, la lealtad y el amor incondicional a la familia.
Al final del día, los partidos que realmente importan son los que se juegan fuera de la cancha, y el mayor triunfo es la posibilidad de seguir viviendo junto a aquellos que queremos.
Carolina empezó su tratamiento en Houston, Estados Unidos, y tiene muy claro que no está sola. A su lado se encuentra su esposo, Bryan Ruiz. Y junto a ellos todo un equipo, integrado por una familia muy unida, acuerpada por una tribu en la que confían a ciegas.
Ahora también se les unen los buenos deseos de quienes al conocer la verdadera historia, la tienen en sus oraciones, rogando a Dios por su sanación, porque ella quiere vivir.
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