El nuevo grito sagrado es "Viva la Libertá, carajo"
| Un cuento de Navidad
No es hombre de ir a rezar a la iglesia. A la de su barrio ha ido, si acaso, tres o cuatro veces en los últimos 40 años. Porque él siempre fue de los que pasan de largo y no se persignan al pasar por la vereda de la catedral del pueblo, ahí frente a la plaza principal, donde las procesiones eran multitudinarias hace años pero se fueron desflecando porque disminuía la asistencia, las jóvenes generaciones ya se sabe que no son muy rezadoras y por eso ahora sólo van a la iglesia y rezan, si acaso, vejetes disminuidos y con bastones y miradas tristes, lánguidas, imprecisables.