Myroslav, el niño ucraniano que juega al ajedrez en Alicante para comprar un dron a su país
Myroslav es ucraniano, tiene 11 años y hasta que llegó el invierno acudía cada tarde a la Explanada de Alicante, donde ponía su tablero de ajedrez en un banco y jugaba con desconocidos que le donaban monedas o billetes en su anhelo por comprar un dron a su entrenador, militar en el frente de su país.
En cuanto el día alargue un poco más y la temperatura sea algo mayor, Myroslav, que lleva desde julio en Alicante junto a sus padres y sus dos hermanos, volverá a ese mismo sitio, bajo un ficus en la arteria principal de la ciudad, con el objetivo de llegar a los 800 euros (le faltan 300) y comprar ese dron que su país "necesita para conseguir la victoria".
"Si recojo dinero, gana Ucrania más rápido y vuelvo a casa más rápido", afirma a EFE Myroslav, que expone que hay dos drones, uno de 800, que es "normal", y otro de 2.000 euros, de combate: "Si cuesta mucho tiempo -recaudar 2.000-, prefiero comprar el otro porque si espero, -la guerra- terminará y no podré ayudar".
Pese a la dramática situación de su país, Myroslav no se olvida de sus sueños, aunque esté fuera de "casa". Afirma que quiere, primero, volver allí y, después, jugar contra el campeón del mundo de ajedrez, Magnus Carlsen. Hasta entonces, insiste en que seguirá jugando para "ayudar a su país" y porque le gusta.
De hecho, disputará en apenas unas semanas el campeonato de España de su categoría y, enrolado en el equipo Enric Valor de Alicante, ya ha disputado algunos torneos en Elche o Calpe.
Por el momento ya ha ido practicando sobre los bancos de la Explanada, en los que ha competido durante tardes "con unas cien personas", aunque no todas españolas, pues en la hucha que porta consigo también hay algunos dólares estadounidenses y otras monedas.
El pequeño Myroslav, con su inseprable ajedrez en la Explanada de Alicante. EFE
De media, la gente puede llegar a darle diez euros y, en un solo día, recaudó cien, aunque al principio ningún signo distinguía que estuviera pidiendo ayuda para Ucrania: "No ponía cartel al principio, pero cuando alcancé 300 puse uno para -que la gente supiera que quería- comprar un dron", resalta el joven ucraniano, que ya en su país había aprendido algo de castellano.
Maryna Zlykvo, su madre, explica que llegaron el 6 de julio, cuando estaba embarazada de cinco meses, y eligieron España sin "ninguna duda". Tampoco la tenían de Alicante, porque tiene una vivienda "más barata" que en Madrid o Barcelona, además de contar con Cruz Roja y el mar.
Señala que en el tortuoso viaje de cuatro días por carretera desde Kiev estuvo acompañada por sus dos hijos -entonces- y por Svitlana, la abuela de los niños, pero no pudo estarlo por su marido, que solo pudo salir del país cuando nació el tercer hijo.
Tanto ella como su familia se sienten "muy agradecidos por la ayuda y el apoyo", pero aseguran que quieren volver a su casa: "Nuestro país es nuestra casa y queremos volver, queremos la victoria de Ucrania", lamenta Maryna, que cuenta que la familia tenía buenos trabajos, pero que la guerra truncó esa situación.
Un año después del comienzo de la invasión rusa a Ucrania, el relato de Maryna y la historia de Myroslav son pequeños esbozos de las familias resquebrajadas por una guerra que ha propiciado que la Comunitat Valenciana haya recibido a más de 45.000 ciudadanos ucranianos durante estos meses, en los que la región se ha convertido en un segundo y provisional hogar.
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