El Real Madrid tira de orgullo para soñar con la Final Four
Hay algo en el escudo del Real Madrid que transforma a todo aquel que lo luce. Una mística extraña que irrumpe con fuerza en competición europea y que se intensifica con la llegada de las rondas finales. Solo así se entiende que este Madrid mermado por las bajas a mitad de temporada y por las lesiones –además de Randolph, tampoco jugó ayer Tavares– ganara al Efes en el tercer duelo de cuartos y alargara una serie que parecía decidida tras ver lo sucedido en los dos partidos disputados en Estambul.
La del Madrid fue una alegría inesperada encarnada por un Sergio Llull espectacular, autor de 20 puntos y líder absoluto del equipo. Un ciclón de la fe, cuya muñeca mantuvo el pulso cuando más complicado estaba el encuentro. Un último cuarto en el que el balear sumó trece puntos y en el que resultó imparable para los turcos, desconcertados por la reacción final de su rival. Por el arranque de genialidad del base balear, que recordó por momentos al jugador explosivo por el que suspiraban las franquicias de la NBA.
A su fe se agarraron sus compañeros cuando casi nadie creía más allá del vestuario blanco. Cuando el Efes dominaba gracias a un Micic superlativo que se olvidó de cerrar el partido y que, cuando quiso hacerlo, se vio impotente frente al vendaval madridista. Festival blanco que sumó siete triples en el último cuarto, cinco de ellos en el parcial final de 19-2 que desmontó a los turcos en apenas cinco minutos. Instantes en los que la locura se adueño de un WiZink que rugió a pesar de la ausencia de público.
Una canasta de Micic, magnífico a pesar de la derrota con 29 puntos y 6 asistencias, parecía finiquitar el choque y la eliminatoria (61-74, min. 35). Hubiera sido lo lógico en cualquier otro escenario, pero no en casa del Madrid. No con Llull desatado y empeñado en alargar la serie. Un último tango de este equipo magnífico que se resiste a capitular a pesar de las dificultades de una campaña atípica llena de altibajos, que comenzó con la alegría de la Supercopa y que se ha ido complicando hasta convertirse en una pesadilla.
Desde ese momento, el Efes solo logró sumar dos tiros libres. El resto de canastas fueron blancas. Por primera vez en la serie, funcionaba la defensa blanca, capaz de anular el talento de Larkin y de limitar el del resto de sus compañeros. Así fue menguando la distancia, con el Efes viendo venir a la bestia, pero sin capacidad de reacción esta vez. A los triples de Llull y de Abalde, se sumó el pundonor de Garuba (10 puntos y 9 rebotes) y también la experiencia y el derroche de Rudy, cuya diana final sirvió al Madrid para ponerse por delante por primera vez desde el primer cuarto (78-76, min. 40).
Ventaja que resultó definitiva y que desató el éxtasis en el WiZink. Alegría que carga de confianza al vestuario, que ahora deberá afrontar un nuevo capítulo de la serie mañana, buscando devolver los cuartos a Estambul para alcanzar una Final Four que ya no parece tan improbable.