Van der Poel honra a su abuelo Poulidor
Van der Poel no podía contestar a las preguntas en la meta de Bretaña, emocionado al recordar la secuela de segundón de su abuelo mítico, un tipo adorable que vivió desde hace más de veinte en la caravana del Tour como una de las principales atracciones del patrocinador del maillot que nunca vistió, Credit Lyonnais. Poulidor volvió a hacerse presente en el Tour.
Van der Poel es el ciclista más influyente de su generación. Capaz de condicionar, influir o transformar cada carrera en la que participa. No puede ganar el Tour porque no sube lo suficiente, esos puertos de los Alpes o los Pirineos no son para él. Pero en todo lo demás, el holandés es determinante.
En la primera etapa, la Fosa de los Lobos, llegó mal colocado al cruce que daba acceso a la cota, tan atrás que no tuvo resuello para responder al ataque de Alaphilippe. Pero este domingo, con la lección aprendida según la cual el Tour no espera por nadie, se preparó a conciencia para ganar.
Cancelada la fuga que merendó kilómetros sabiendo que no tenían ninguna posibilidad, Van der Poel aceleró en el primer paso por el Muro de Bretaña para comprobar la respuesta de la competencia y arañar ocho segundos extra en la cima. Fueron Roglic y Pogaçar los replicantes, pero a cierta distancia.
En el segundo y definitivo paso, ya con el novato Alpecin al mando discutiendo el gobierno al todopoderoso Ineos, Van der Poel acabó con cualquier resistencia. El animoso intento de Nairo Quintana en un terreno que no parecía el suyo, una cuesta de casi dos kilómetros al cinco por ciento de desnivel. También succionó a Colbrelli, retador por un costado. Cuando se puso de pie en la bici, Van der Poel fue imponente. Como un águila que emprende el vuelo, se expandió al infinito, borró a los adversarios y, en una exhibición de fuerza y potencia, se llevó la etapa y el maillot amarillo en memoria de su abuelo.