Pesadilla del Atlético en Anfield
Ha concluido la primera mitad y en Anfield se percibe la debacle, un Waterloo para Simeone y el Atlético, tal es el estropicio y el parte de daños que ha infligido el Liverpool. Causa placer a los seguidores del fútbol advertir la obra de arte que acaba de fabricar el equipo de Klopp y su lema patentado como seña de identidad, el ‘Gegenpressing’, la contrapresión que se resume en pocas palabras: si la pierdes, la recuperas de inmediato. Teoría según la cual el mejor momento para retomar el gobierno de la pelota es inmediatamente después de haberla perdido, cuando el oponente estará buscando la mejor orientación para pasarla.
El rock and roll del Liverpool es la pena de los seguidores del Atlético, que asisten esta vez sí a una caída con toda la armadura. Ha terminado el primer tiempo y el asunto es dramático. El Liverpool ha conseguido dos goles en la culminación de su imponente ritmo. Han podido ser más porque Oblak vuelve a interpretar su estatus jerárquico en la dificultad. Y el Atlético juega con uno menos por una agresividad mal entendida, cercana a lo cerril, de Felipe.
Patada inconsciente
El brasileño se muestra pueril y patoso al lanzar una patada a Mané en carrera, por detrás, lejos de la denominada falta táctica que corta contragolpes. No es violencia, sino inconsciencia, interpretable decisión de amarilla o roja que el árbitro holandés salda con la expulsión.
Anfield es a las diez de la noche un purgatorio para el Atlético, desarbolado por el ciclón del Liverpool, su fútbol, sus ráfagas, su vehemencia, esa sensación de lluvia en un césped deslizante, la cara embarrada y cuatro días recuperando golpes. Un clon del campeón de Europa que asombró dos años atrás y coronó la obra de Jurgen Klopp.
Salah se regodea en su técnica y facilidad para fintar y quebrar frente a Mario Hermoso, que sufre como nunca con la camiseta rojiblanca. Mané es una centella que atraviesa diagonales y el verde césped de Anfield vestido de gacela roja. Diogo Jota se muestra inapelable en el primer gol, desconexión entre Felipe, Giménez y Oblak. Mané hace el segundo casi desde el mismo ángulo. El Atlético, que es la fe en sí misma, la creencia de una fuerza superior que arrastra y contagia, es un cadáver en el barrio obrero de Liverpool.
Se ha difuminado Joao Félix ante la avalancha, no se imponen por los laterales Trippier y Carrasco, Suárez no recibe alimento, Hermoso ya tiene una amonestación en el primer giro de cadera de Salah, Correa no está y solo Rodrigo de Paul parece en condiciones de consolidar una resistencia potable. La noche pinta mal para el Atlético, que casi agradece el pasillo hacia los vestuarios para recomponer la figura durante el intermedio.
El Liverpool no se cansa y acomete el abordaje definitivo en los primeros instantes del segundo acto. Se activa con una velocidad alucinante, todos al galope en cada salida y recuperación. En siete minutos marca un gol en fuera de juego (Jota), falla Salah solo ante Oblak, la pega a un lado Matip con toda la portería de frente y cabecea Diogo Jota con el hombro cuando el portero colchonero ya no sabía hacia donde vencerse.
El Atlético es un especialista en esquivar los callejones sin salida, consigue agarrase a una rama en la caída por el barranco... Como tantas noches, no se rinde ni se pliega ante la inminente goleada que se avecina. Algún resorte se activa en el área de Oblak para proteger a los rojiblancos. Aquello tenía un pinta imparable de 5-0 o similares, Luis Suárez marca en un disparo lejano que parece reconstruir todo, pero el día es una calamidad. Giménez está en fuera de juego y el gol se anula.
Simeone mira a la reputación antes que la remontada, quita a Luis Suárez y Joao Félix para dar entrada a Herrera y Lodi. Interesa que el 2-0 no crezca como apuntan todos los ingredientes. Salah sigue dictando un curso, clases gratis de imaginación por la banda derecha. Y suerte para los atléticos que ha desaparecido Mané, lesionado o tocado, una maravilla de jugador.
Pasan los minutos y el Liverpool no marca más goles, ha aparecido Thiago para ralentizar el juego inglés, Salah regatea a su sombra, imparable, y el Atlético se mantiene sonado sin llegar al ridículo, pero abatido y desarbolado por un Liverpool impecable.