El Villarreal toca el cielo en Múnich y pasa a las semifinales de la Champions

Un enorme tifo del rostro del legendario Gerd Muller cuando los 22 futbolistas saltaban al césped en Múnich auguraban algo obvio: el Villarreal tenía por delante dos horas de sufrimiento, de resistencia estoica, si quería salir del infierno bávaro siendo uno de los cuatro mejores equipos de Europa. El ambiente era hostil, el Allianz rugía y alentaba a los de rojo, pero sea por la razón que fuere, los chicos de Emery pisaron el verde con el rostro plácido, tranquilo, como si estuvieran seguros de conocer la fórmula para salir con vida de tal encerrona. Tenían un plan, muy similar al partido de ida, y confiaban ciegamente en él.





Como si fuera un retrato del encuentro de La Cerámica, el Villarreal cedió su campo al Bayern. Le entregó la bola y se replegó en un 4-4-2 con Lo Celso ayudando a Foyth con Coman y con Coquelin haciendo lo propio con el guadianesco Estupiñán para poner dos defensores sobre Sané. Con las dos alas tapadas Emery pensó que el caudal de centros laterales hacia Muller y Lewandowski amainaría. No erró. En ataque, el miedo escénico no hacia acto de presencia. Parejo, Coquelin y Capoue, que no perdieron un balón en el primer tiempo, canalizaban el juego hacia Gerard y Danjuma.Los amarillos respiraban y la sensación de inferioridad brillaba por su ausencia. Sin embargo, en el ecuador del primer tiempo, arribó el siempre temido asedio bávaro.


Danjuma y Moreno se habían acercado tímidamente a la meta de Neuer, pero desde el despertar del Bayern, el portero germano habitó fuera del área, siendo el primer eslabón del ataque en oleadas de los suyos. Los ataques fugaces llenaban los dominios de Rulli de balones peligrosos; Coman, con una extensa amalgama de regates, comenzaba a amargar la noche a Foyth;Lewandowski bregaba y maniataba a Albiol (incluso le propinó al español una patada que rozó la roja y se quedó en amarilla);y Musiala destapó el tarro de las esencias para percutir el centro de la defensa amarilla mediante la conducción. De hecho, el joven mediapunta tuvo la más clara de su equipo en el primer tiempo al rematar un preciso centro de Muller, pero Gerónimo Rulli la atrapó a bocajarro.


El segundo tiempo potenció los males del equipo español, que presenciaba como su área se había convertido en un lugar tenebroso. El gol local se empezaba a intuir en el ruidoso ambiente, y, por supuesto, no tardó en llegar. En el minuto 51, Rulli sacó de puerta en corto sobre Parejo.El de Coslada controló, dio la vuelta, levantó la cabeza e, inusualmente, dudó. Filtró un impreciso pase hacia Danjuma que fue cortado por Kimmich. El error descolocó a los de Emery. y Lewandowski, en el mano a mano, la ajustó por bajo , pegada al poste, para superar al portero argentino. 1-0.


Y cuando todo parecía caer del lado germano, el Villarreal resucitó. Lo cierto es que Emery construyó un equipo para noches europeas como esta. Ya zarandeó al Manchester United en la final de Gdansk; puso contra las cuerdas al Chelsea en la Supercopa; fue a Old Trafford y perdió, pero volvió a bailar a los de Cristiano; maniató al contragolpe a la Juventus en su estadio y ganó en la ida a los bávaros siendo superiores, y eso son palabras mayores. Todos ellos clubes históricos, todos ellos con jugadores que difícilmente querrían jugar para un pequeño pueblo al sur de Castellón. Pero el Villarreal les mira desde abajo, sí, pero de tú a tú. Se amolda gracias a su extensa variabilidad táctica que le permite en un mismo partido dominar mediante posesiones largas y pausadas, presionar arriba o aguantar al repliegue para buscar el contragolpe. Y eso mismo hizo anoche. Recibió el gol, se tranquilizó y comenzó a jugar al fútbol. Y así, en el minuto 88, un contraataque de libro propulsó una carrera de Moreno, que vio solo a Samu Chukwueze, que, al primer toque, batió a Neuer. Emery completó su obra: el Villarreal es semifinalista de Champions League por segunda vez en su historia.