Habla Alejandro Valverde con voz entrecortada y suave junto al lago Como, mientras en las imágenes de televisión muestran cuatro banderas españolas entre los seis primeros clasificados del Giro de Lombardía. «Estoy muy contento, siento alegría después de haber hecho 21 años en el ciclismo, de haber disfrutado mucho, pero hay que dejar el paso a los jóvenes», cuenta el murciano y en su mensaje se trasluce cierto fastidio porque dice adiós en un momento extraordinario de forma, 42 años. En la clásica de las hojas muertas, delicioso recorrido por puertos y lagos del norte de Italia, quinto monumento del curso que cierra el gran ciclismo 2022, cuatro españoles ingresan entre los seis mejores. Enric Mas, Mikel Landa, tercero, Carlos Rodríguez, cuarto y el homenajeado, Valverde, sexto. A todos venció el número uno del ciclismo, Tadej Pogacar, incontenible con la victoria a la vista en una mano a mano con Enric Mas tan emocionante como previsible en el desenlace. Valverde repasa su vida en las imágenes que le entrega el ciclismo, los aficionados, las pancartas que saludan su retirada junto a las que proclaman la admiración de Vincenzo Nibali, el 'Tiburón' que también dice adiós desde un escalón muy diferente al del murciano. No está en forma y no puede luchar por las plazas de honor. A Valverde lo acompañan su mujer Natalia y sus cuatro hijos , Alejandro e Iván, nacidos de su primer matrimonio, y Pablo y Natalia, con su segunda esposa. Lo miman las redes sociales, que se vuelcan con el ciclista retratado por sus semejantes como humilde y agradecido, persona sin rencor que pasa página sobre los pasajes negros de su vida y sonríe al cielo por haber disfrutado de un deporte maravilloso. Noticias Relacionadas estandar No Il Lombardía La patrona del ciclismo despide a Valverde Iván Martín estandar Si ciclismo / entrevista Valverde: «Lo mejor ha sido llegar hasta aquí, disfrutar tanto del ciclismo» José Carlos Carabias Lo ensalzan sus compañeros y excompañeros, que no tienen una mala palabra para él, sino reconocimiento y altura de miras para el hijo del camionero que siempre suspendía en el colegio, pero cuya nobleza y disposición para el trabajo en grupo queda fuera de toda duda. Valverde quiere estar concentrado, necesita la competición para sentirse vivo, le gusta su profesión, no conoce otro mundo que el entrenamiento diario al calor de su tierra murciana, en el ambiente que genera su 'grupetta' cada día, en la parada con café de rigor en el bar de siempre para soltar la sonrisa, y en los datos que entrega el pulsómetro a su preparador para cotejar que su cuerpo nació para ser ciclista. Quiere ganar Il Lombardía porque nadie ha dicho lo contrario respecto a la relación entre su edad, 42 años cumplidos en abril, y su condición física, superlativa en este final de temporada en el que su equipo, el Movistar, se muestra irreconocible. Solo un español, Purito Rodríguez, ha ganado el antes denominado Giro de Lombardía. Fue en 2012 y 2013. Valverde busca una despedida a la altura de Alberto Contador, quien se marchó del ciclismo con una rutilante victoria en la cima del Angliru, la montaña asesina de Asturias, en su última Vuelta a España. Valverde cree, así lo decretan sus últimas actuaciones en las clásicas italianas. Y tanto como él, cree su equipo, que trabaja a dos bandas en una sinfonía estimulante. Si no es Valverde, será Enric Mas , efervescente y lúdico, suelto como un lazo al viento, feliz en la bicicleta. El Movistar abandona su habitual espíritu conservador y se lanza a dominar la carrera, a sujetar el caballo de las escapadas, a estar presente y a mirar de cara al triunfo. Alejandro Valverde sueña con su plan idílico al pasar por el santuario de la Madonna del Ghisallo, punto de peregrinación de los ciclistas de medio mundo con su museo dedicado a las leyendas y su mística ubicación en la cima de la montaña que suele acoger la meta de Il Lombardía. Ya no está Nibali, desplazado por la edad y la baja forma. Mandan el Jumbo y el UAE, pareja de moda desde que el Tour emparejó a Vingegaard con Pogacar. Los discípulos de Matxín circulan como una locomotora, Almedia, Hirschi, Majka, son potenciales aspirantes a ganar la carrera dejando su sudor para Pogacar. El esloveno no es de frenar, sino de acelerar, y en el muro del Civiglio (cuatro kilómetros tremendos al 10 por ciento) se apresta a poner la guinda en el pastel. En el ramalazo del doble ganador del Tour se separa la carrera: todos para atrás, incluido Valverde, salvo dos españoles, Enric Mas y Mikel Landa. Confirmación de la exuberante forma y confianza del mallorquín en este tramo del año, y sorpresa total del vitoriano, un verso suelto en el ciclismo y la vida. Pogacar estira el cuello, pero nunca deja a Enric Mas, piernas de hierro, fe en su ánimo perdido en el Tour, otro talante. Replica Mas con un buen contrataque y al doble ganador del Tour le cuesta cerrar la ventaja. Landa hace la goma, arriba y abajo según van los acelerones. En los descensos que a Enric Mas le trituraban la moral se juega la carrera. El miedo a las caídas, las malas trazadas y el horizonte de un cuerpo magullado son ahora relevos firmes al esloveno, que no quiere la compañía de Landa y sigue apretando en la subida al San Fermo . Enric Mas no se cae y sustituye en el propósito festivo a Alejandro Valverde. Un Movistar a la caza de Lombardía. La pareja se presenta en meta en un cara a cara, que discute con saña el mallorquín. Tira el esprint buscando la sorpresa, pero Pogacar es una bola de músculos en movimiento. Reacciona con solvencia, se exprime y ganar la carrera. Llega Landa tercero y solo, magnífico el vasco. Más atrás Higuita y Carlos Rodríguez, quinto el granadino, se adelantaron al pelotón de notables, donde Valverde esprinta para imponerse al grupo y decir adiós con la mano izquierda a su mundo. Su vida.