La sonrisa no ha abandonado el semblante de Óscar Sevilla (Ossa de Montiel, 46 años), eterna cara de niño que un día fue promesa del ciclismo español antes de ser devorado por la operación Puerto. Hoy es otra persona. En Argentina habló con ABC. —Es un colombiano más. —Así es, sin olvidar mi país, mis raíces, Ossa de Montiel. En Colombia he encontrado cariño personal, profesional, mi mujer, mis niñas. Todo. —¿Cómo fue su historia? —Llegué a Colombia por casualidad, nos invitaron a la Vuelta a Colombia al equipo Rock Racing. Fui a casa de Víctor Hugo Peña, a Bucaramanga, y ahí arrancó mi historia. Había pros y contras, la afición es muy bonita, se respeta al ciclista, usted es un ídolo, pero el terreno es muy duro, se corría diferente, te atacan siempre.. Yo vivía en Santa Mónica, Los Ángeles, y me reencontré con mi mujer, Ivonne. Y me quedé en Colombia sin planearlo, viví el presente, no pensé… Noticias Relacionadas estandar Si ciclismo La reconstrucción de Egan Bernal: vivir es el triunfo José Carlos Carabias estandar No Ciclismo El adiós de Peter Sagan: la estrella de rock del ciclismo se retira José Carlos Carabias —¿Qué ha encontrado en el país? —Me gustó cómo vive la gente. Se pueden mejorar muchas cosas, la seguridad, la sanidad, ningún lugar es perfecto. Me agradó su optimismo. Los europeos somos más negativos, pesimistas, siempre queremos más, mejorar muestra estilo de vida, y no hay que ser desagradecidos. Pensamos en el más allá y no valoramos lo que tenemos. Aprendí eso. Gente muy humilde, no pobre, muy humilde, que disfruta más la vida que los que tienen mucho más dinero que ellos. Se ríen de nada, disfrutan el día a día. —¿Siente el cambio con Albacete? —Claro. Voy a España y quedo con amigos, una cena bonita, uno es profesor de escuela, otro tiene una carpintería, un ingeniero. Y en vez de estar contentos y riéndonos, siempre escucho esto es una mierda, el asunto está muy mal, no sé qué pasará en el futuro… Y llego a casa deprimido. —Somos más ambiciosos… —Puede ser. Cuando vuelvo de cenar mi mujer me dice '¿qué te pasa?', y yo le digo nada, me fui alegre pero vuelvo decaído. Cuando llegue una situación grave, se afronta. Pero para qué vas a ponerte en lo peor si no ha llegado. Si voy en la bici, y pienso, pincho, pincho, pincho, al final pincho… Eso aprendí de Colombia. —¿Cómo superó su implicación en la operación Puerto? —Mi mujer es una persona alegre, que me sirvió como psicóloga. Cuando la conocí, ya habían pasado dos años de la operación Puerto. Claro que me afectó, mucho, pero siempre tuve la conciencia tranquila. No tuve ningún problema de depresión ni de uy, me voy a morir. Fue duro, impotencia más que nada. Pero ella siempre me alegra, es positiva, como mi hija, que es piloto comercial. Vale mucho y saca provecho a la vida. Yo también soy así, me conoces, y creo que con ella di un paso adelante. Me iba a quedar una semana, y han pasado catorce años. —¿Cómo fue el aspecto deportivo? —He vivido una época muy bonita, fueron para Europa talentos como Egan, Gaviria, Henao, López. Corrí con ellos y creo que algo les aporté. Siempre les decía, en Europa no se comen a nadie. Respeten al más fuerte y al más débil, pero no tengan miedo de nadie. —¿Siente que ha revalorizado a los ciclistas colombianos? —Los más indicados son ellos para decirlo, si lo digo yo voy a parecer un sobrado. Pero puedes preguntar a cualquiera que entienda. Llegué y cambié algunas cosas. Por ejemplo, la bici de contrarreloj. En la Vuelta a Colombia y en otras no hay contrarreloj, solo cronoescaladas. Colombia son escarabajos. Me acuerdo en una crono de 25 kilómetros, llegué con mi bici de contrarreloj y un director de equipo me dijo 'te vas a enterrar'. Yo le dije que era la bici adecuada. Le metí 2 minutos a los mejores. Yo no era más fuerte que ellos, era la bici. Al año siguiente todos los ciclistas llevaban bici de crono. —¿Les falta añadir disciplina a su talento a los colombianos? —Les falta seguridad. Todos somos humanos, a todos nos duelen las piernas. Tenían que salir de la teta de la mamá… Muchos son de familias muy humildes y han llegado lejos, yo les decía no pueden rendirse ahora. Algunos decían me quiero volver a casa, comer las arepas. Yo les decía ya comerás arepas en noviembre, pero ahora sueña en grande, trabajando. Otros desayunaban buñuelos, tomaban gaseosas. Hábitos que se cambiaron de a poco. Luego, entrenar, aquí nada es gratis, solo el talento no vale. Y la tecnología, los watios. Son modas, me decían. Al final, muchos ciclistas me llamaban antes de las carreras para preguntarme sobre tácticas o situaciones. No es que yo fuera más listo, tenía experiencia. —Se le ha pegado el acento. —Sí, claro. Al final paso mi vida con ellos, en Colombia. Me siento muy querido y respetado, me divierto, he viajado a Miami, Costa Rica, Guatemala, Panamá, México, Argentina. He hecho muchos amigos. El ciclismo me ha hecho mejor persona, mejor papá, más fuerte. Y me siento en deuda. No soy egoísta, aconsejo a corredores. —¿Se planteó adquirir la nacionalidad colombiana? —Sí. En 2012 o 2013 ganaba muchas carreras. Me sentía fuerte y quería devolver a Colombia su acogida. Intenté correr con Colombia, con Nairo. Pedí el trámite, pero el papeleo lo hizo muy difícil. Ya no he insistido. Tengo la residencia , pero no la nacionalidad. —Es otra persona. —Ja, ja, ja. Me divierto en el equipo, no solo soy corredor, hago planes de entrenamiento, busco carreras, miramos tácticas, elegir corredores, el material, las ruedas, los hoteles. Me divierte, me tiene vivo. Estoy pendiente de muchas cosas externas. Y lo más importante, en Colombia el ambiente es maravilloso. Montar en bici aquí es un placer. —Tiene 46 años. ¿Se retira? —Puede ser mi último año, sí. No quiero arrastrarme. Me siento bien para trabajar, y quiero ayudar a Miguel Ángel López, porque él puede ganar. Disfruto del ciclismo, coloco la ropa el día antes, quedamos a las ocho y estoy a las 7.50. Corro por pasión, por amor a este deporte, no por necesidad. No quiero que sea una obligación. A veces hablo con ciclistas profesionales y me dicen, ah ¿pero se está corriendo el Giro? Yo lo veo, disfruto las carreras. —¿Seguirá en el ciclismo de otra manera? —Claro, es mi vida, lo que me gusta, lo que quiero hacer. Me siento a gusto. Aquí en Argentina me he encontrado con los aficionados que te veneran, directores que corrí con ellos, Lastras, Bramati, periodistas que no veía hace tiempo… No tengo que demostrar a nadie, sino a mí mismo. Me saqué el título de preparador físico, estudié idiomas, leí… Me he preparado. —En España sería otra cosa. —Posiblemente en España no hubiera encontrado esta motivación. En Europa estaba deseando que llegara octubre para descansar. Es el estrés de los grandes equipos a los corredores, el que te pesa la comida, el agua, el que mide todo… Estoy a favor de la tecnología, pero a veces no hay que sobrepasar límites. Esto quema mucho las cabezas. Aquí buscamos el rendimiento, pero que sea una diversión.