Otro año se va, y como siempre toca recordar a quienes se despidieron para siempre, figuras destacadas del deporte mundial que se van dejando un legado indeleble. Durante años, Drazen Dalipagic fue una referencia ofensiva en un baloncesto europeo todavía muy encorsetado, donde no abundaban los jugadores capaces de decidir partidos por sí solos. «Praja» lo hacía. Anotaba de todas las maneras y asumía el mando sin teatralidad. Su palmarés con Yugoslavia (campeón mundial en Manila 1978 y olímpico en Moscú 80) explica una parte de su peso histórico, pero no todo. Fue también un símbolo de autoridad competitiva, de liderazgo. Dejó huella en el Partizan y también en su breve paso por el Real Madrid, donde coincidió con Mirza...
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