No daban ni las once cuando Alejandra Jacinto y su sosias municipal, el atleta, enfilaban la cuesta de la Ermita. Entrar no, que igual el agua de San Isidro está maldita. Eran las once. Abajo tranquilidad, rebequita a la 'donostiarra' por los fríos mañaneros. Y, en verdad, no daba el día para ir en manga corta. El sol iba a lo suyo, que en Celtiberia hay sol para rato. En la pradera de San Isidro , lo mismo de aquellos años en que fuimos tan felices. Un megáfono luchando contra los castizos, que a su vez llevaban un altavoz por donde el chotis desde México resonaba a los más timoratos. Hubo más. Claro. Mateo terminaba todo vestidito de chulapo un...
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