La designación del Imperio Otomano como «el enfermo de Europa» se atribuye generalmente al zar de Rusia Nicolás I, en 1853, para señalar un imperio que comenzaba a desmoronarse. Las naciones que lo componían –desde Grecia hasta Serbia, pasando por Armenia y Egipto– despertaban de su largo letargo. Un despertar vivamente alentado por los Ejércitos ruso, británico y francés. Fingíamos, pues, preocuparnos por el declive otomano mientras contribuíamos a su demolición. Solo recordamos este antecedente para aclarar la situación actual de Turquía. Creo, de hecho, que la Turquía de hoy solo está reproduciendo a una escala menor las fragmentaciones e incertidumbres del Imperio Otomano del pasado. Me parece que las preguntas que se planteaban sobre los otomanos siguen siendo válidas...
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