Firma sus crónicas, reconocibles por su amaneramiento, como Charles de l'Amour y representa una de esas anomalías informativas que revelan la incoherencia de las emisoras públicas de televisión –la France 2 en este caso– y su creciente desapego de las señas nacionales de identidad que debieran incorporar a su programación con el fin de darles distancia y recorrido en un marco audiovisual globalizado, un mercado televisivo en el que estas compañías estatales, vestigio y lastre de otro tiempo, tienen ya como única razón de ser la de actuar como línea de defensa de una batalla cultural que para más inri y paradoja no se molestan en librar. Charles de l'Amour va por libre, pagado de sí mismo, narciso reflejado en...
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