Don Birlibirloque

Como Frank William Abagnale, Pedro Sánchez se resbala de las manos de sus perseguidores, los votantes. El presidente se parece cada vez más a DiCaprio en '¡Atrápame si puedes!'. Aquel estafador logró ser piloto comercial de Pan Am, jefe de pediatría en un hospital y subprocurador general del estado de Luisiana antes de los 19 años y sin ningún tipo de formación académica previa. Sánchez ha conseguido una moción de censura denunciando la corrupción justo antes de la sentencia de los ERE, pactar con aquellos con los que no podría dormir, aliarse con Bildu, aprobar leyes que liberan antes de tiempo a violadores, rehabilitar a los sediciosos, rebajar el delito de malversación y convocar unas elecciones de la noche a la mañana para que no se hable de su fracaso personal. Todo eso en apenas cinco años. Y siempre ha conseguido escabullirse con triquiñuelas ilusionistas . La exhumación de Franco es su obra maestra. Llamar al pueblo a las urnas un 23 de julio es el último trampantojo del gran alquimista político del siglo XXI. Pedro Sánchez es un prestidigitador de la retórica. Un nigromante de moqueta. En la gestión de la artimaña no tiene quien le empate. Pero en su extraordinaria huida hacia no se sabe dónde, ya ha llegado al callizo. Hay un tipo de persona que en su cariotipo tiene un cromosoma específico para la escapada. El gen de la evasión. Ese ADN genera una necesidad natural de fuga, de manera que su verdadero destino ya nunca más está delante, siempre está detrás. La razón de vida del personaje de DiCaprio era escabullirse. Su obsesión dejó de ser la libertad para centrarse en el policía que lo perseguía. Da igual que al frente tuviese un precipicio. Lo que él necesitaba era ver a Tom Hanks cerca, sentir la presión del perseguidor. Pedro Sánchez aplica ese principio que desde la Antigüedad pregonó Demóstenes: cuando se ha perdido una batalla, sólo el que huye puede combatir en otra. Huir es un estilo de vida. Mejor dicho, un 'modus vivendi'. Mientras se sepa de qué se huye, no hay problema. Lo malo es que Sánchez tampoco tiene claro ya quién le persigue, si los españoles o su partido. Él corre con criterio. Tiene recursos ilimitados para la jugarreta. Es un rival muy incómodo. Porque sus escapatorias, en tanto que no están limitadas por la moral, son infinitas. Cuando parece que está acorralado, como ocurrió el domingo por la noche, ratea por una alcantarilla y vuelve a aparecer con un traje nuevo en un escenario nuevo. Pero ya es también un problema para el PSOE, porque ni sus familiares saben nunca cuál es su siguiente plan. Y si lo es para el PSOE, lo es para España. La socialdemocracia es una catapulta para el desarrollo de las sociedades modernas. Este país necesita un socialismo fiable, sin trucos de escapismo, sin Houdinis, que contrapese a las ideologías opuestas y tire de la cuerda siempre hacia la razón, no un don Birlibirloque dispuesto a evadirse con magia de mercachifle y a ponerle chanclas a las urnas si hace falta para poder seguir huyendo hacia el desastre.