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Май
2023

Linn Ullmann: «No quería que mis hijos crecieran en una familia de artistas»

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Linn Ullmann (Oslo, 1966) nació en una familia de artistas y sin quererlo ha fundado otra. Su padre fue el cineasta Ingmar Bergman ; su madre, Liv Ullmann, un mito de la gran pantalla. Ella, por lo que sea, salió escritora. «Es que soy una actriz terrible –confiesa entre risas al otro lado de la pantalla–. Pero claro que influye haber nacido en una familia así para dedicarme a la literatura, aunque algunos de los mejores artistas del mundo vienen de familias que no tienen que ver con el arte... De hecho, mi marido es poeta, y para nosotros era importante que nuestros hijos [entre los dos tienen cuatro] no crecieran en una familia de artistas. Me refiero a eso de no me molestes, estoy creando, soy artista, como si fueras algo muy especial… Mi padre era así, todo estaba organizado en función de su arte. Todos estaban para que él trabajara: sus mujeres, sus amantes, sus colaboradoras… Creo que nunca limpió la casa». Poco después cuenta que su hijo se ha dedicado al cine y está a punto de empezar a rodar su primera película como director, y que su hija también quiere escribir. Será que el arte llama al arte. Ullmann lleva tiempo explorando su pasado como un país extranjero: eso es la adolescencia en la cincuentena, a veces sueño, otras recuerdo, otras herida. Con 'Los inquietos' inició una trilogía de novelas autobiográficas, que ahora continúa con 'Chica, 1983' (ambas en Gatopardo). Esta es la historia de una joven de dieciséis años que llega a París para posar para un fotógrafo de 'Vogue' que le triplica la edad, y que termina metida en algo que tiene una parte de abuso y otra de deseo. «Todo lo que escribo aquí, lo que sucedió antes y mientras y después de que A. me hiciera una foto en París, se compone principalmente de olvido, de la misma manera que el cuerpo se compone principalmente de agua», escribe al principio, explicando así la estructura de un libro que se retuerce igual que una noche recordada desde la resaca. Tal vez por eso, por esa niebla, ha tardado tantos años encontrar un estilo, una forma para narrar aquello que ocurrió. «Sí, fue difícil encontrar la coreografía de este libro… La memoria está llena de desolación, y funciona en círculos, y vuelve una y otra vez al mismo sitio», afirma. ¿Y le ha dado paz lograrlo al fin? ¿Le da paz ver su libro publicado? «No se escribe para estar en paz con una misma». Vale. 'Chica, 1983', repite, es una novela. ¿Por qué? «Porque la libertad de la novela te permite acercarte a ciertos lugares. La autobiografía te impone una distancia», explica. Pero hay mucha realidad metida ahí, mucha piel, mucho dolor. Un flash: la protagonista acaba de llegar a una sesión de fotos, un hombre le mete la mano entre las piernas y ella se niega. Entonces, otra modelo le suelta: «Niñata estúpida. Si no aguantas que te toquen, no sé qué estás haciendo aquí». «Esto es algo que existe, que todavía existe: la sexualización de los niños. Y es algo que se ha romantizado, de alguna manera, especialmente con las chicas, pero también con los chicos. En los ochenta fue algo notorio, como ha denunciado Brooke Shields », comenta Ullmann. Ella no se autorretrata como víctima, pero tampoco como adulta, y desde esa indefinición narra los hechos. «Me gusta escribir en esos territorios», apostilla. Así que lo que tenemos es a una joven que bebe mucho, muchísimo, que pierde la conciencia o la memoria, que desea como una adulta pero tiene un «cuerpo nuevo». «Y esos cambios son desesperantes». Noticia Relacionada TVEO estandar Si A Felicity le canta el alerón Rosa Belmonte «Hay que hacer series para la gente de la calle y no para ganar premios. Y eso es 'La promesa'» Insiste Ullmann en que ella no cree que pueda hablar de aquello como un trauma. «El término trauma se usa mucho ahora, pero yo soy muy precavida con esa palabra. Yo diría que estos sucesos conviven con nosotros de diferentes formas, y que a cierta edad todos estamos rotos por algún motivo. Y esto, sospecho, es un requisito para escribir libros o para dedicarse a cualquier otra forma de arte». ¿Y no se agota el yo como fuente de historias? «Mis libros empiezan en mí pero acaban en otras personas», sentencia. Tal vez por eso se declara alérgica al alcohol como a las nueces.











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