Era el primer toro de Araúz de Robles el patriarca de las corridas lidiadas en Sevilla. Imponente este Estudiante, esculpido como esos cuerpos ‘cruasán’ de gimnasio. Seria su presencia y seria su embestida, que humilló en el capote de Calerito, en un constante querer y querer en su digna confirmación. Por la vía de la sustitución llegó. Ni tiempo tuvo para digerirla: apenas 48 horas antes le habían ofrecido el puesto. Y no vino para contonearse, sino para dar la cara, aunque apenas le echaran cuentas en una faena en la que su puesta en marcha de rodillas ya dio muestras de su disposición. Concedió el sevillano tiempos y distancias, pero a la faena le faltó sello, nunca trepó y...
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