La Hiniesta es trasladada de manera triunfal a la Catedral por sus bodas de oro de la coronación
El cardenal Bueno Monreal, el 23 de mayo de 1974, es decir, hace 50 años, le imponía la corona a la Virgen de la Hiniesta en la Santa Iglesia Catedral. El mismo mes, medio siglo después, la Virgen vuelve al primer templo metropolitano para conmemorar sus bodas de oro en una ceremonia que José Ángel Saiz Meneses, Arzobispo de Sevilla, oficia en la mañana de la Santísima Trinidad en el altar del Jubileo. La Virgen estrenaba manto bordado, baldaquino , y el paso llevaba los respiraderos actuales del palio de la Hiniesta, dolorosa que, durante los próximos días, presidirá San Julián. La expectación era la misma como si de un Domingo de Ramos se tratara. En el interior se rezaba la oración del Año Jubilar antes de abrir las puertas, los costaleros del Cristo de la Buena Muerte, los portadores de la Hiniesta en la ida a la Catedral, inmortalizaban este momento. Temperaturas muy altas en el inicio de una procesión que, como es habitual, llevaba un buen cortejo de hermanos. Nadie quiso perderse la salida, ni aquel hermano que regresaba de un safari, bajó del tren a las 16 horas de la tarde y fue directo a San Julián para estar con su Virgen. El sol, predominante en las primeras horas de la salida, iluminaba la ojiva del templo cuando Rafael Ariza mandaba hacer la siempre complicada maniobra. A partir de ahí, la Banda de Mairena del Alcor interpretaba la nueva marcha de la Hiniesta, seguido de un repertorio propio. Seguía la procesión por Pasaje Mallol, era el momento, emotivo siempre , de visitar a las hermanas de Santa Paula y las Siervas de María, ambos conventos con los que la hermandad mantienen una estrecha relación. La comitiva avanzaba para visitar la capilla de los Servitas, posteriormente el Espíritu Santo y las Hermanas de la Cruz, para desembocar en la Encarnación, pasar por la Anunciación y, a partir de ahí todo era un recorrido nuevo, no habitual al que hace cada víspera del Corpus Christi. Transitó por Cuna, alcanzó el Salvador, una plaza engalanada, a falta del exorno floral e instalación de altares para el Corpus Christi. Bastante público en los últimos compases de la procesión, en la zona de Francos y la Cuesta del Bacalao. No faltó el recuerdo a Mari Carmen, una de las camareras, al que le agradecieron el trabajo que ejecutan el grupo del ropero de la Virgen cuando el paso estaba a los pies de la Giralda. Todo concluyó a la hora prevista. Una salida que demostró que la Hiniesta es una hermandad grande y también muy familiar. La Hiniesta está en el altar del Jubileo para conmemorar el medio siglo de la coronación. Esto nada más acaba de empezar . Son días intensos de trabajo, prácticamente sin descanso, pero todo esfuerzo merece la pena porque sus hermanos están escribiendo con letras de oro una parte importante de su historia.