'En 1994 trabajaba en Las Leñas, una estación conocida por su extraordinario fuera de pista, favorita de innumerables profesionales de lo que entonces se llamaba esquí extremo (y hoy, ya sabéis, en esa genuflexión sumisa ante el pérfido inglé, se llama, freeride, juas, juas). Dar clases allí era duro, siete horas diarias siete días a la semana entre las que, si podíamos escapar, salíamos pitando a hacernos algún itinerario. El terreno es salvaje y se lo toman en serio, de modo que para ir a cualquier... Читать дальше...