Stefan Zweig, impaciente
Contratapa
No parabas de trabajar. Hiciste poesía, tradujiste a Baudelaire y Verlaine. Revisabas tu Balzac, y anotando al margen leías a Montaigne. Subrayaste que la intensidad dramática de La Malquerida de Benavente resumía a Freud. Desde la Gran Guerra sabías que Europa se estaba suicidando. Nada alegre, te distraías con Tolstoi y Goethe.
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