Me cuenta una compañera colchonera que plátano y grada de fútbol no casan bien en los tornos del estadio del Atlético de Madrid. Lo sabe bien su hija, que pudo pasar el bocata al Metropolitano pero no el plátano porque, cáspita, es racista, en palabras del maromo de la puerta. Total, que se tuvo que zampar la fruta prohibida en la misma puerta, así casi atragantándose, para llegar a tiempo de animar a su equipo. El grado de estulticia que arrastra el fútbol, no olvidemos que es el laboratorio social patrio, alcanza dimensiones siderales. Читать дальше...