Un canto al pasado común y una llamada a empujar mano a mano el pesado carro de los desafíos globales actuales. Su Majestad, el rey Felipe VI, ha clamado este viernes por «la unidad en la diversidad» del mundo iberoamericano, al que ha definido como «una cultura de culturas» vertebrada «a través de la hermandad». Lo ha hecho durante la sesión inaugural del Encuentro de Academias Hispanoamericanas de la Historia celebrada en Trujillo (Cáceres); un congreso internacional que se extenderá hasta el próximo 7 de octubre y que cuenta entre sus ponentes y asistentes con representantes de 13 países hermanos ubicados al otro lado del Atlántico. Durante el discurso, Su Majestad ha subrayado que la relación de los diferentes territorios iberoamericanos, incluida España, «es tan honda que nos permite, incluso, hablar con franqueza de nuestras posibles discrepancias», aunque siempre «desde el respeto basado en la amistad». Unas diferencias que ha tildado además de «inevitables, por lo demás, en tantos siglos de historia compartida». Las palabras suponen una llamada a la hermandad y a la armonía; y apenas una semana después de que México excluyera a Felipe VI del protocolo de invitados a la ceremonia de investidura de la presidenta Sheinbaum por no pedir disculpas por la Conquista. Sin rencores, doña Claudia. Felipe VI ha hablado, con sonrisa amplia y tono profundo, desde el corazón del Palacio de los Barrantes-Cervantes de Trujillo, sede de la Fundación Obra Pía de los Pizarro, una de las organizadoras del evento. Y lo ha hecho arropado por las palabras de, entre otras tantas personalidades presentes, Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia –la segunda institución que ha coordinado el congreso–; Pilar Alegría, ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes, y María Guardiola Martín, presidenta de la Junta de Extremadura. «Este encuentro de historiadores es otro ejemplo, en el ámbito de las humanidades, de lo que podemos hacer justos», ha señalado Su Majestad a los presentes. Llegaba el monarca a Trujillo en un ambiente muy caldeado por las diferencias históricas y aquellos que agitan los fantasmas pretéritos. El martes, tras haber censurado la presencia del monarca en la ceremonia, Sheinbaum volvió a cargar contra los españoles, a los que se refirió como «invasores» . A cambio, el miércoles las autoridades dominicanas se desmarcaron del afán descolonizador al son de que «la historia es la historia, y no la que queremos que sea» . Pero, ante la marejada, serenidad para salir de la tormenta. Y Felipe VI la ha aportado poniendo el acento en todo aquello que nos une desde hace cinco siglos. «Podría comenzar citando al Inca Garcilaso, el escritor e historiador de padre español y madre india, cuando proclamó, orgulloso: 'de ambas naciones tengo prendas'. O podría aludir a la primera Constitución española, la de 1812, cuando, en su artículo primero, hace reposar nuestra identidad en 'ambos hemisferios'. O referirme a la lengua española, con sus cerca de 600 millones de hablantes; y a nuestra Historia compartida, con sus frutos en ciencia, urbanismo, letras, artes o pensamiento; y sus conflictos y disputas», ha explicado. Viajes, comercio... Mucho podría haber reseñado Su Majestad sobre siglos y siglos de hermandad, pero ha preferido dejar estas explicaciones a los expertos que estarán presentes en las sucesivas conferencias y mesas redondas con poso histórico que se celebrarán en Trujillo y la Casa de América de Madrid. Profesores todos ellos que han arribado desde las Academias de la Historia de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, México, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, El Salvador, Uruguay y, por descontado, España. «Recordaré solo, a modo de síntesis, que la cultura es la piedra sobre la que se levanta nuestra hermandad, el elemento que vertebra nuestra identidad», ha sentenciado. Con todo, Su Majestad se ha referido a la que fue la gran obra de la Monarquía hispánica : una comunicación capaz de unir dos mundos alejados por un océano y miles de kilómetros. Esa que transportó en las tripas de los buques de la Carrera de Indias o del Galeón de Manila «toda nuestra cultura» y que «ha dado en llamarse la primera globalización». En este sentido, ha recuperado también unas palabras que pronunció hace ahora una década, al comienzo de su reinado: «Con los países iberoamericanos nos unen la historia y lazos muy intensos de afecto y hermandad. [...]. Pero sobre todo nos une nuestra lengua y nuestra cultura compartidas. Un activo de inmenso valor que debemos potenciar con determinación y generosidad». No es la primera vez que se celebra el Encuentro de Academias Hispanoamericanas de la Historia. Ni mucho menos; de hecho, esta es la duodécima edición. Y, aunque en este caso el congreso se centra, como dicta su título, en 'una historia compartida y sus academias', los organizadores siempre han abogado por compartir las perspectivas desde las que abordar la visión de nuestra realidad común y generar espacios de colaboración entre países. Demostrar, tal y como ha explicado la dirección del evento en una serie de notas informativas, que «nos es fácil identificarnos» entre vecinos ubicados a uno y otro lado del Atlántico.
