David Bueno , doctor en Biología, especialista en neuroeducación y autor de « El cerebro del adolescente » explicaba en esta entrevista con ABC cómo funciona el cerebro de los jóvenes en esta etapa vital de la vida. Y, entre otras cosas, explicaba cómo la validación del grupo, es decir, encajar entre sus iguales, es una máxima que buscan todos los chavales. A ti, como padre o madre, es probable que no te gusten ciertos adolescentes de su entorno. Ante esta situación, Bueno explica: «Como padres, podemos sugerirles si una amistad nos parece tóxica pero no decírselo directamente porque entonces nos soltarán: 'Es mi amigo, no te metas con él'. Y no podremos hacer nada. En cambio, si les decimos: 'Me ha contado una amiga que un amigo de su hijo hace X cosas...'., captarán el mensaje». Los progenitores, más que nunca, han de tirar de mucho ingenio en esta etapa del desarrollo, pues es vital que «no se sientan interpelados», cuando les hablemos de un amigo suyo porque se cerrarán en banda. Ahora, una nueva investigación ha comprobado lo mismo: prohibir las amistades sólo es contraproducente. En general, los progenitores tienden a prohibir cuando sus hijos no siguen sus pautas. Y, aunque sea evidente que ejercen una maternidad y paternidad responsables, hacer ver a los menores ciertas malas influencias en su entorno no siempre es fácil. De ahí que, en numerosas ocasiones, se tienda a la prohibición. Sin embargo, ésta no funciona. La investigación ' La desaprobación materna de los amigos en respuesta a los problemas de conducta infantil perjudica el estatus de los compañeros de los preadolescentes y adolescentes tempranos ' ('Maternal disapproval of friends in response to child conduct problems damages the peer status of pre- and early adolescents'), elaborada por Florida Atlantic University y publicada en ' The Journal of Child Psychology and Psychiatry ', advierte a los padres, especialmente a las madres porque suelen ser las que más se entrometen, que no prohíban de amistades a sus hijos porque sólo va a empeorar una situación que ya de por sí es mala. Los resultados, que se obtuvieron tras hacer un seguimiento durante todo el curso escolar a 292 niños y 270 niñas de entre 9 y 14 años, evidenciaron que la desaprobación materna de los amigos agrava los problemas de conducta que se pretenden prevenir en un principio. El doctor Brett Laursen , coautor y profesor de psicología de la Florida Atlantic University, en colaboración con colegas de la Universidad Mykolas Romeris de Vilnius (Lituania), hicieron rellenar a los participantes una encuesta al principio, mediados y final del curso. En cada momento, se evaluó el estatus de los compañeros (simpatía y antipatía), el nivel de disrupción en el aula y su percepción sobre la desaprobación de las madres hacia sus amigos. Los resultados revelaron que los esfuerzos maternos por intervenir en las relaciones problemáticas con los compañeros, prohibiendo las amistades, resultaron contraproducentes . Las madres que no querían a los amigos de sus hijos empeoraban, sin saberlo, sus problemas de conducta. De hecho, cuando las progenitoras respondían con expresiones de desaprobación de los amigos, algo que los menores notificaban en las encuestas, dañaban inadvertidamente las relaciones del niño con sus compañeros, alienando a los compañeros de clase. Esto provocaba dificultades de adaptación pues, la desaprobación materna, provoca el desagrado activo de los compañeros de clase, en lugar de limitarse a reducir el número de compañeros que disfrutan de la compañía del niño. «Los hallazgos son importantes porque hablan del mecanismo que traduce la desaprobación de los amigos en elevados problemas de conducta . La desaprobación materna tiene consecuencias contraproducentes para los problemas de conducta debido al impacto que tiene sobre el estatus de los compañeros», explica el doctor Laursen. Ante la negativa de la progenitora, « los amigos pueden responder difundiendo el desprecio o el ridículo por todo el grupo de iguales . Es probable que las oportunidades sociales se marchiten, ya que los compañeros evitan asociarse con alguien a quien se considera 'poco guay'». No hay que olvidar que, en la adolescencia, los menores buscan la aprobación del grupo. Ante el supuesto de que el objetivo de la madre se cumpla, el investigador reflexiona: «Imaginemos este escenario. Una amistad termina porque una madre se lo prohíbe. Ahora el niño necesita un nuevo amigo. ¿Quién quiere ser amigo de alguien que tiene una madre desagradable y entrometida? Es muy probable que las opciones sean ahora bastante limitadas y el niño se vea obligado a considerar a alguien que también es rechazado por sus compañeros; alguien a quien le cuesta hacer amigos. Con demasiada frecuencia, estos niños caen mal porque tienen problemas de comportamiento. Al final, la interferencia en las relaciones con los compañeros puede obligar al niño a hacerse amigo de un compañero mal adaptado porque no tiene otras alternativas.» Al final, el que un menor con problemas de conducta que se vea obligado a hacerse amigo de otros les somete a la presión de ajustarse al comportamiento disruptivo que las madres intentan desalentar. Además, la pérdida de estatus entre los compañeros eleva el riesgo de problemas de conducta porque aumenta la angustia y pone a prueba los mecanismos de afrontamiento . Por último, los niños rechazados pueden quedar excluidos de las interacciones sociales con compañeros de desarrollo típico, lo que les priva de la oportunidad de desarrollar habilidades sociales apropiadas para su edad. «Los padres deben considerar alternativas positivas a la prohibición de los amigos», afirma Laursen. «Céntrense en mantener relaciones positivas con los niños porque la calidez y el apoyo pueden ser amortiguadores eficaces contra la problemática presión de los compañeros, interrumpiendo potencialmente la espiral descendente de los problemas con los compañeros y las dificultades de adaptación». Los investigadores también sugieren que los padres pueden crear oportunidades para la participación constructiva de los compañeros en entornos supervisados y fomentar la participación en clubes y actividades patrocinados por adultos, que potencialmente limitan el comportamiento desviado.