La música clásica debe recuperar su importancia
Desde hace un año, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) no tiene director titular. Los integrantes han expresado que necesitan uno de talla internacional, ya que deben ser dirigidos por alguien con muchísima experiencia, dado su alto nivel artístico. No aceptan a un costarricense, a menos que sea Giancarlo Guerrero, quien es imposible que deje su carrera artística al frente de una de las más afamadas orquestas para regresar a nuestra tierra.
Me pregunto de dónde va a salir el dinero para pagar a un director de tal fuste, sobre todo, porque para este gobierno, el Ministerio de Cultura debería desaparecer. El ministro prometió que volverían a presentar los 12 conciertos de temporada y afirmó que el año pasado solo se gastó el 80 % del presupuesto del Ministerio, algo verdaderamente vergonzoso.
Lo que está sucediendo en este momento, específicamente con la OSN, contrasta con la forma como fue vista la música desde sus albores, porque ya en 1845 las bandas militares cubrían un repertorio que contenía arreglos de piezas clásicas y líricas.
Primeras escuelas de música
Permítanme contarles esta maravillosa historia para ver si despierta el ímpetu con el que arrancamos cuando se formó la Escuela Nacional de Música, que, aunque de efímera vida (1891-1894), marcó un hito histórico por la fundación en ella de una orquesta de cuerdas conformada por solo mujeres, dirigida por José Joaquín Vargas Calvo.
El Teatro Nacional colocó a Costa Rica en 1897 entre los pocos de la región en tener uno de estilo europeo y propició la llegada de compañías de ópera, opereta y otras actividades culturales. Nuestro pueblo, por tanto, era alimentado por la bella música clásica, cada vez más profundamente.
En la Escuela de Música Santa Cecilia (1894-1956) estudiaron muchos que después continuaron su aprendizaje principalmente en Europa.
Antes del cierre de la escuela se inauguró el Conservatorio Nacional de Música, en 1942, adscrito a la Universidad de Costa Rica (UCR) en 1944. El pianista Guillermo Aguilar Machado, graduado del Conservatorio de Bruselas, donde ganó una medalla de oro, fue el primer director.
Actualmente es la Escuela de Artes Musicales (EAM) de la UCR. Siempre nos intrigó por qué el pianista, compositor, organista y director de orquesta Carlos Enrique Vargas no fue profesor en la institución. Fue preparado desde temprana edad por su padre, José Joaquín Vargas Calvo, y en 1939 se graduó de pianista en el Conservatorio de Santa Cecilia. Aún más sorprendente fue el estreno de su concierto para piano y orquesta en 1944 y su primera sinfonía en 1945.
El maestro
Voy a revelar un secreto guardado durante más de 85 años, contado por el propio don Carlos a mediados de la década de los 80. Para Guillermo Aguilar Machado, el regreso de Vargas a Costa Rica en 1940 fue algo duro de afrontar. Sin conocerlo, pero sabiendo de su magnífica formación, le tenía grandes celos. Por tanto, como director, convocó a todo el profesorado y redactaron un acta donde declararon a don Carlos persona non grata en la institución.
Es así como don Carlos nunca trabajó en la hoy llamada EAM. A mi pregunta sobre qué lo habría hecho cambiar de parecer, me respondió: “La única manera de que yo aceptaría trabajar ahí es si deshicieran esa acta y la quemaran”. Inmediatamente, le solicité al director de ese momento la petición de don Carlos, pero me dijo que era imposible porque iba en contra de los estatutos de la UCR.
Don Carlos dio clases privadas de piano en su casa toda su vida; luego, fue extendiendo sus cursos a diversas materias musicales. Muchísimas personas acudían, sobre todo de las carreras de la UCR. Además, hizo mucho por la propia UCR: fundó el Coro Universitario en 1955 y dio cursos de Apreciación Musical y Coro para Estudios Generales.
En 1993 fue el primer músico en recibir el Premio Magón. Su familia acaba de donar a la EAM la biblioteca del gran maestro, cuyo valor es incalculable.
Del Castella a la OSN
Otra institución fundamental para los artistas de diversas disciplinas es el Conservatorio de Castella. La idea de Arnoldo Herrera era promover el arte y formar artistas de todas las clases sociales. Ahí se graduaron músicos como la flautista María Luisa Meneses, las sopranos Elena Villalobos y Zamira Barquero y los violinistas José Aurelio Castillo y Eddie Mora.
La Escuela de Música dentro de la Universidad Nacional, por su parte, comenzó con profesores estadounidenses. Yo me uní al profesorado de piano en 1980 y, por ejemplo, tuve entre el alumnado a los compositores Marvin Camacho y Sandra Duarte.
Años después se unió la escuela de Aleksandr Skliutovski y empezaron a salir jóvenes pianistas extraordinarios, utilizando el método ruso: se sacan de las escuelas, estudian piano todo el día y reciben tutorías de las materias de la escuela.
Gracias a las sedes universitarias de la UCR y la UNA, la música clásica se expandió por el país. La misma contribución hizo el Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem), del Ministerio de Cultura.
La Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) merece mención aparte. En 1940, había una orquesta nacional bajo la dirección de Hugo Mariani. Con el paso de los años, hubo cambios de músicos y directores hasta que se nombró al primer costarricense director, Carlos Enrique Vargas, y el segundo fue Elbert Lechtmann, en 1986.
Tras la creación del Ministerio de Cultura, en 1971, hubo una gran revolución en la OSN. Se despidió al 95 % de los integrantes de la antigua OSN. Ganaban ¢100 al mes (el dólar estaba a ¢6,5), por tanto, tenían otros trabajos para sobrevivir y la música era un pasatiempo.
Gerald Brown fue nombrado director titular y la idea era traer músicos de primera de otros países, cuya labor era doble: ejecutar en la renovada OSN y dar clases en una nueva entidad denominada “La Juvenil” (escuela de música para enseñar a los niños).
El salario que se les ofreció fue de $1.000 mensuales y las ventajas de un pensionado: vehículo libre de impuestos, mobiliario, etc. Brincándome muchos años de labor, concluyo que de la Juvenil, el Castella y otros estudiantes salieron los miembros de la OSN con la llegada de Irwin Hoffman en 1987.
El maestro removió a varios integrantes y a los demás los fue probando. Si alguien no daba la talla, iba para fuera. Tuvo que enseñarles el difícil repertorio orquestal que la mayoría de ellos no conocían; los guio paso a paso como se forma a un niño, y elevó el nivel de la OSN hasta convertirla en una de las mejores de América Latina. ¿Seguirá siéndolo?
La autora es pianista y compositora.