Los hosteleros toledanos y de toda España harían bien en hacer una ofrenda a Santa Marta , patrona del gremio, por el cobijo y el servicio que prestó a Jesús en Betania. La razón es que la santa patrona (con la connivencia de los políticos de turno) no deja de interceder por los intereses del lobby hostelero y de los allegados al sector. Algunos hosteleros bien conocidos llevan décadas decidiendo qué se hace y qué no se hace en Toledo. No queremos decir que este sector no sea importante para la ciudad (sobre todo por los empleos que genera) y que no haya que cuidarlo, pero hasta cierto punto y con la debida regulación. A un vecino se le mira al milímetro abrir o ampliar la altura de una ventana, pero si uno pasea por las estrechas calles de la ciudad puede encontrarse con palacios o edificios históricos a los que milagrosamente por la noche se les ha derrumbado parte de la fachada para amanecer convertidos en hoteles de lujo. Cuando en su día se hizo el Instituto El Greco, en el Paseo de San Eugenio, se tuvo todo el cuidado del mundo para retranquearlo, de manera que no afectase al perfil urbano. En cambio, cuando se proyectó el hotel Eurostars en la manzana contigua, se hizo una modificación parcial del plan urbanístico para permitir una altura más de las permitidas en la zona. En su ambicioso plan 'Toledo emerge', el alcalde de Toledo, Carlos Velázquez , anunció hace unos días a bombo y platillo una actuación sobre el antiguo edificio del siglo XVI en la calle San Juan de Dios, donde nacieron muchos toledanos, pues se usó como maternidad provincial, para convertirlo en un hotel, «fruto de la colaboración público-privada». Para compensar (o para disimular), en el edificio de Alamillos del Tránsito, se van a construir, además de un parking, ¡seis viviendas! Ítems: el antiguo centro cultural San Ildefonso, el famoso cementerio de las monjas ubicado junto al Cristo de la Vega, se va a dedicar, cómo no, a un gran centro gastronómico. No deja de ser llamativo que, en una época de comida rápida en la que cada vez cocina menos gente, los programas televisivos tipo Master Chef hayan alcanzado tanta popularidad. Si Rilke volviese a Toledo se encontraría su amado museo de San Vicente (el antiguo museo provincial) donde pasó horas enteras extasiado ante la Inmaculada de la capilla Oballe, obra maestra de El Greco, convertido en un bar de copas. Desconocemos cuál será el destino de los conventos de clausura que se están quedando, si no se han quedado ya, sin monjas, pero nos tememos lo peor. Y es posible que en una fecha no muy lejana algún concejal de urbanismo saque pecho cuando se levante en algún lugar relevante de la ciudad, con un fuerte impacto visual, un gran hotel ultramoderno (sí, ¡también los toledanos queremos nuestro Guggenheim!). Hoy se habla mucho, en relación con la dificultad y con frecuencia imposibilidad de acceso a la vivienda, de zonas tensionadas (con este eufemismo se enmascara cómo se vulnera flagrantemente el derecho a la vivienda de todos los ciudadanos reconocido por la Constitución y que afecta sobre todo a ese sector de la población más necesitado y con menos recursos que son los jóvenes). Podemos hablar también de ciudades «tensionadas» por la hostelería y la industria turística , y no nos referimos solamente a la proliferación de apartamentos turísticos, o a la ocupación de manzanas enteras del casco histórico por infraestructuras hoteleras, sino también a la apropiación indebida de plazas y otros espacios públicos para la instalación de terrazas con pérgolas y otros elementos permanentes como vallas y grandes jardineras que dificultan el paso y el disfrute de los peatones. Y no es que no nos guste como turistas llegar a una ciudad con buenos hoteles y restaurantes donde nos atiendan bien, o sentarnos en una terraza a disfrutar de una buena cerveza y una grata compañía (Dicho sea de paso: a alguien que hace dos años se tomaba una cerveza por 2,50 y ahora le cuesta 3,50, los datos oficiales, según los cuales los precios en hostelería en general han subido de media en el último año un 5%, no pueden menos de moverle a risa. Por otra parte, resulta cada vez más difícil para los toledanos, aunque antes fueras un cliente habitual, sentarte a tomar sólo una bebida , pues las mesas suelen estar reservadas para comer los turistas). Es una cuestión de prioridades. Quizás haya que dar preferencia a la creación de nuevas viviendas para los vecinos o más ayudas para la rehabilitación de las ya existentes, antes que aumentar el número de licencias de establecimientos hosteleros. En ese reparto de funciones que en algún momento se hizo en una oscura mesa europea a España le tocó ser el país de servicios de la UE, un paraíso para los jubilados británicos y alemanes. Por eso, hay que dar la bienvenida a otras iniciativas que nos parecen muy positivas y que ha prometido el alcalde, como la ampliación del suelo industrial en el Polígono en un millón de metros cuadrados, una buena oportunidad para atraer a empresas productivas. Este articulista cascarrabias tiene que aplaudir también otras propuestas del plan del alcalde muy atractivas para nuestra ciudad, como la creación en lo que fue el edificio de RNE, entre otras muchas cosas (por ejemplo, una fábrica de espadería y de damasquinados, la de Ballesteros), de un centro de día de mayores; o el proyecto de destinar el palacio de la plaza Abdón de Paz a un museo de Toledo , aunque quizás no tenga mucho sentido convertirlo en un museo provincial (para eso ya tenemos el museo de Santa Cruz): Toledo necesita, como reclamábamos hace unas semanas desde estas páginas, un museo de la ciudad. Recuperar el patrimonio del Circo Romano, ubicar la llamada Ciudad del Cine en el abandonado parque de Polvorines o actuar sobre el no menos abandonado barrio de Azucaica, para evitar de una vez por todas las inundaciones, forman también parte de las promesas del alcalde. Veremos.